DESPUÉS de lo del pasado martes en el Camp Nou y bebiendo de la información que nace en Madrid da la impresión de que quien le lleva lo que le lleva al rival es el Real al Barça y no al revés. Que son, señoras y señores, dieciséis puntos de vellón lo que distancia a los dos colosos en la tabla y eso no puede ser borrado por la exhibición madridista del otro día en el coliseo azulgrana. Por muy fuerte que fuese, la realidad es la que es.

Ha sido incontestable lo que el equipo de Mourinho y, sobre todo, Cristiano recitó sobre la grama barcelonesa y quien ose ponerle un solo perejil es que no está bien de la pelota. Eso está claro como el agua clara, pero de ahí a menoscabar el papel del Barça en el presente curso va un abismo. Y como si no quieres caldo te dan dos tazas, pues esta tarde, a esa hora antaño habitual de las cuatro de la tarde, otro Clásico... y van. Clásico, por cierto, posiblemente descafeinado.

Me imagino esta tarde a las gradas del Bernabéu repletas de un madridismo loco por homenajear a su equipo y, de paso, a ver si se repite la faena para humillación del mayor rival de todos. Para el Madrid puede ser, además, una especie de ensayo general con casi todo mirando a lo del martes próximo en Old Trafford. Para el Barça, un marrón que se atenúa por la lejanía de ese Día D que será el 12 de marzo en su vida con la llegada del Milan al Camp Nou.

Es, por tanto, lo de hoy un partido para tomárselo con cierta calma y para dejar en conserva a los hombres clave que más necesiten del algodón. Eso en cuanto se refiere al Madrid, pues me imagino al Barça con la herida del martes demasiado lacerante como para ir en tres cilindros a la Castellana. Es un Clásico menor por lo pequeño que ve el Barça al Madrid por el retrovisor de la Liga, pero un Clásico al cabo y ya se sabe que aquí no hay tregua y que el cuchillo en la boca nunca falta.