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Por montera

mariló / montero

Comedores de rascacielos

SIN duda, una de las ciudades más fascinantes del mundo sigue siendo Nueva York. Hay dos tipos de personas: a quienes los rascacielos los comen o quienes sobreviven a ellos. Es una manera de decir que o Nueva York acaba contigo y terminas regresando a casa con el rabo entre las piernas o, por el contrario, si sobrevives a esta subyugante city, eres capaz de pervivir en medio de uno de los más temibles desiertos del mundo: el Gobi. Comparto la teoría de un amigo a quien otro, a su vez, ante su inminente llegada como ciudadano a la capital de mundo, le regaló tres recomendaciones. El primero, que navegara en una barquita turística que te pasea por el río Hudson desde la que puedes ver todo Manhattan. El segundo, que ascendiera hasta lo más alto de la Estatua de la Libertad y, el tercero, lo animó a que cuando regresara a casa se echara sobre su cama a llorar.

Algo que he vivido esta semana ha hecho que recordara con ternura una de las veces que visité Nueva York hace muchos años. Times Square era ya un icono mundial. El corazón de la cultura, donde se concentraban y siguen concentrándose teatros, bares, restaurantes, tiendas, y tantísimas personas que podría decirse que allí está encarnada la nube de Google. De esta plaza, ubicada entre Broadway y la 7ª avenida, recuerdo la gigantesca pantalla que Sony colgó, en los noventa, en la fachada de la Times Tower. Nunca había visto una televisión tan inmensa desde la que se proyectaban sin parar desde las noticias del momento, spots publicitarios, hasta el Show de David Leterman. Con la modernización, se realizaban emisiones en directo. Quiso la suerte que, una tarde, paseando por Times Square, me viera en aquella imponente pantalla de Sony. Creía que había conquistado algún nuevo trozo de este mundo. Salir exhibida en otra pantalla más prominente que la habitual, por su audiencia o share (en este caso, el que tiene Time Square), es toda un conquista.

Años después, esta semana he vuelto a Times Square. Es un gran plaza peatonal esplendorosa por la explosión de gentes, luces de neón, leds, colores, sonidos, videos, y de pronto, otra vez, veo proyectada una cara de la familia: Carlos Herrera. Herrera y Fátima Valdés, Vicente del Bosque, Víctor Mainé, Ágatha Ruiz de la Prada, junto a otros españoles con talento. Así son muchos de nuestros españoles. Llorados desde casa, para quienes el desierto de Gobi pareciese un paseo por la playa y comedores de rascacielos.

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