DEBATE interesante el que suscita el alcalde de Alcalá de Guadaíra, Antonio Gutiérrez Limones. En las calles más comerciales del casco antiguo, los bazares de artículos de precio y nivel bajos ocupan locales en los que han cerrado comercios antaño señeros. El alcalde se plantea suspender durante un año, sólo en esas calles, la concesión de licencias a esos bazares. Y promete un reglamento para garantizar que quien quiera abrir una tienda sea un "comercio con cualificación que contribuya al dinamismo económico. El avance de los bazares es una sensación de merma en el atractivo comercial que el entorno urbano ha de ofrecer a los ciudadanos".

Los comerciantes de toda la vida en Alcalá le tocarán las palmas al alcalde. Pero en una economía de libre mercado resulta muy complicado que desde una instancia política se pueda discriminar quién es un comercio con cualificación y quién no lo es, quién ennoblece una calle y quién la depaupera. Y sobre todo negarle a alguien el derecho a alquilar o comprar un local y poner el negocio que considere oportuno, dentro de las reglas básicas del Estado de Derecho.

Seguro que la mayoría de ustedes prefieren, como yo, una buena tienda especializada a un bazar chino, incluso si éste paga sus impuestos y da de alta a sus encargados, que lo dudo. Persigan también este tipo de economía sumergida. Pero ningún bando de alcalde puede obligarles a ustedes a comprar en un comercio o dejar de hacerlo en otro. Si una calle se cotizaba más por su condición de escaparate más visto, cuando la empiezan a ocupar los bazares será por falta de contrincantes para pujar por esos locales vacíos. Y será sobre todo porque los propios alcalareños van más ahora a los centros comerciales y grandes superficies, cuyo poder de atracción es infinitamente superior a la suma de tiendas de su calle tradicional de paseo. El tejido comercial que no lo soporta deja un hueco que ocupan los chinos. Tan cierto como difícilmente evitable desde una alcaldía.