POR conveniencia gremial, en su tira y afloja con la Alcaldía, los policías locales desvelan su marrón de recoger animales porque en el servicio zoosanitario municipal sólo se trabaja por la mañana y de lunes a viernes. Y esas criaturas, mayormente perros, no tienen más remedio que orinar y defecar en las comisarías donde están retenidas. Hay materia para pasar de la anécdota a la categoría y replantear la gestión de la población animal en Sevilla.

En 1893 se creó el Laboratorio Municipal de Higiene, con fines como evitar enfermedades a través del agua y los alimentos, luchar contra las plagas de ratas e insectos y vacunar de la rabia. Funciones que siguen siendo hoy básicas, como desinfectar colegios, pabellones o mercados, afrontar la superpoblación de palomas, incinerar animales muertos o capturar una pitón amazónica. El zoosanitario forma parte de la Sección de Higiene Pública, denominación y una mentalidad alicortas para lo que hoy en día significa en el espacio urbano la relación entre personas y animales. El concepto de ecología urbana, protegiendo al cernícalo primilla o al nóctulo, y sobre todo el del animal de compañía son reflejo de una sociedad en la que los animales son en muchos hogares parte indisociable del núcleo familiar. No son vistos como un peligro, sino como una bendición. Una realidad tan potente y poliédrica que no puede tener respuesta sólo por la mañana de lunes a viernes.

Convéniese con las asociaciones de defensa de los animales para externalizar tareas que desbordan la dinámica del funcionario. Una red social con más predisposición a dar solución a cada problema, palia el abandono de cachorros, evita la indiscriminada natalidad de perros o gatos por parte de quienes no se responsabilizan de cuidarlos. Si no se ataja, se llenarán hasta los juzgados de guardia, donde en el convenio colectivo no se tipifica la repartición de pienso y la recogida de excrementos.