Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

La hora de las escobas

En medio de este clima electoral todo gesto huele barato, a runrún de fondo de sobremesa

Faltan doce días para las elecciones autonómicas y algunos, muchos créanme, no se han enterado de que estamos en campaña. Principalmente porque el clima electoral hace ya dos meses, tirando por lo bajo, que llegó para quedarse. Muchos, más de los que piensan, han deparado en la proximidad de la cita electoral cuando han recibido la notificación del censo para saber dónde tienen que votar.

En la cola del pan, la parada de Tussam o el velador de mediodía hay muchos sevillanos que ven desde la distancia el debate político y que necesitan un comentario excesivamente cretino para encenderse. Hay una masa que contempla con apatía el desfile de políticos nacionales por Sevilla, para la que los argumentos de Susana Díaz son el runrún de fondo en el salón a la hora de comer y que se pregunta, porque no es tonta, por qué los candidatos hablan mucho más de sus cuitas de partido que de los problemas reales de quienes irán a votar el 2 de diciembre.

¿A quién beneficia una campaña que ya se prolonga y que se encadenará con otras, europeas, generales y municipales, hasta meternos en las puertas del verano que viene? Al margen de lo que auguren los sondeos, a quien perjudica claramente es al ciudadano que, al final, acaba resignado y arrastrado por un maratón de querencias que poco o nada tienen que ver con su día a día. Por mucho que los políticos tiren de dignidad y aseguren que los intereses de la ciudad están por encima de los de los partidos.

Cuando se anunció el adelanto electoral en Andalucía los primeros presionados fueron los propios cargos públicos. Claro que puede haber excepciones, pero la mayoría a estas alturas del mandato se habían relajado. Digamos que estaban en sus horas valle. Y el tren de las elecciones casi les ha arrollado. Eso, en clave de gobierno, es quizás lo único positivo que tiene la cita del 2-D. Algunos tendrán que ponerse las pilas porque el mandato, prácticamente, ha terminado y no se han enterado.

El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, ha intentado durante los últimos meses mantener la cordura. Dentro de lo posible, pues hay cosas que no están de su mano. Ha defendido el yo a lo mío mientras otros, como el joven veterano Beltrán Pérez, se dedicaba al arte del reparto electoral. Y lo suyo, a día de hoy, es gobernar la ciudad. Esta semana se ha anunciado un plan de refuerzo de la limpieza viaria y, a pesar de que es una actuación que se repite cada año en un intento por exprimir a tope las posibilidades de contratación de personal, el comentario en la puerta del colegio fue inevitable: ya vienen a comprar voluntades con la de meses que llevo aguantando la mierda en el barrio... 

Espadas acabará su mandato limpiando cada esquina, con escoba y barredora, levantando calles y plantando árboles en todos los distritos. Y todo esto, por mucho que son actuaciones necesarias y solicitadas, será motivo de crítica. Cuando el clima electoral se instala todo huele a política barata.

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