Concordia

Es asombrosa la complicidad de la izquierda supuestamente irreductible con los manejos del independentismo catalán

Concordia es una palabra muy hermosa. Curiosamente, Manuel Azaña no la usó en la mejor pieza de oratoria de nuestra historia, el discurso Paz, piedad, perdón que pronunció en Barcelona el 18 de julio de 1938, a los dos años exactos del comienzo de la Guerra Civil. Es curioso que ahora, con motivo de los indultos por el procés, los aduladores profesionales de Pedro Sánchez citen como precedente de su discurso en el Liceu el discurso de Azaña, porque no hay nada más alejado del vacuo discurso de Sánchez que las palabras inflamadas de patriotismo de Azaña. "Nosotros vemos en la patria todo el patrimonio moral acumulado por los españoles en veinte siglos y que constituye el título grandioso de nuestra civilización en el mundo". Busquen en el discurso de Sánchez un átomo de patriotismo comparable al de Azaña. Regalo un millón de bitcoins a quien lo encuentre.

Los indultos podrían haber sido una medida útil si los condenados por el procés hubieran dado muestras de una mínima voluntad de concordia. Si, por ejemplo, hubieran prometido desmantelar de la televisión pública catalana -pagada con dinero de todos los españoles- todos esos programas vomitivos, dignos de la Sudáfrica del Apartheid, en los que se insulta y se humilla a los ñordos españoles. O si, por ejemplo, hubieran prometido cambiar las normas que convierten las aulas de Cataluña en una clase ininterrumpida de Formación del Espíritu Nacional (Independentista, por supuesto). Pero no ha ocurrido nada de eso. Más bien todo lo contrario.

Una de las cosas más asombrosas de nuestra época es la complicidad de la izquierda supuestamente irreductible -empezando por Pablo Iglesias y la mayoría de intensitos hipster- con los turbios manejos del independentismo catalán. La supuesta revolución catalana de octubre de 2017 es la única revolución de la historia que han llevado a cabo unas élites políticas y económicas y que encima ha sido financiada con dinero público. No hay precedentes de un caso así. Pero a pesar de esto, cientos de miles de personas en el resto de España prefieren apoyar la causa independentista porque así creen estar apoyando la revolución feminista o el final del capitalismo. Es asombroso. Y mientras tanto, Narciso I el Napoleón y sus inagotables lamebotas seguirán hablándonos de concordia y de paz y de perdón. Bullshit.

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