La ciudad y los días

carlos / colón

Condenar a la ignorancia

DECÍA ayer que en España se confunde laico con laicismo, laicismo con anticlericalismo o antirreligiosidad y Estado aconfesional con Estado ateo. Grave error desmentido por la realidad. Se puede ser laico y partidario del Estado confesional de la misma forma que se puede ser laicista y creyente: la mayoría de los creyentes somos partidarios de la separación entre el Estado y la Iglesia por el bien de ambos. Para colmo de males se confunde la cultura de inspiración u origen religioso con la doctrina y las creencias. Así, mientras sigue el tira y afloja sobre la asignatura de religión, los alumnos se quedan sin estudiar los fundamentos judeocristanos de nuestra cultura, lo que les hace imposible penetrar en más de veinte siglos de literatura (incluida la Biblia) y de arte.

Aquí cobra todo su sentido el testimonio de Amos Oz y Fania Oz-Salzberger -ambos judíos liberales y ateos- expresado en su extraordinario, entretenido y a veces divertido libro Los judíos y las palabras. Alaban que los pioneros judíos establecidos en Palestina hace más de un siglo, y después los fundadores del Estado de Israel, laicistas radicales, integraran el estudio no religioso de la Biblia en los planes de educación para que los jóvenes conocieran sus raíces históricas y gozaran "la pura belleza de la literatura bíblica". Gracias a ello, afirman con ironía, "hay en Israel más ateos expertos en la Biblia que en ningún otro lugar". Y concluyen: "Esto nos da una cierta ventaja. La mayoría de los no creyentes occidentales nunca se han cruzado en su camino con la Biblia como texto literario [ni tan siquiera la mayoría de los creyentes, añadiría yo con pesimismo]. A diferencia de Homero, no está extendida su enseñanza en las escuelas… La paradoja es evidente: actualmente, en muchas sociedades laicas, la religión misma [el prejuicio antirreligioso anotaría yo] oculta esta exquisita obra de arte... Es una lamentable pérdida cultural. En tanto que judíos ateos nosotros consideramos la religión como un gran invento humano, no falsedad ni engaño, y las sagradas escrituras como un legado de grandeza humana".

Si este fuera el punto de vista de quienes se tiran los trastos a la cabeza considerando que la Biblia y el conocimiento de la religión son sólo cosa de los creyentes, cuestión en la que paradójicamente coinciden los laicistas analfabeto-radicales y los creyentes integristas, mejor nos irían las cosas.

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