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la esquina

José Aguilar

Conducta no ejemplar

PODÍA haber esperado, el Rey, a que Iñaki Urdangarín fuera, al menos, imputado. Es lo que hacen los partidos políticos cuando alguno de sus dirigentes se ve implicado en un caso de presunta corrupción: dejar pasar el tiempo y esperar a que escampe. Pero el Rey ha decidido cortar por lo sano y apartar a su yerno de la agenda oficial de la Familia Real.

Con buen criterio, porque el conocimiento de las andanzas del duque de Palma -independientemente del reproche penal que en su día puedan merecer- ha generado ya un reproche social y político innegable, que amenazaba con desbordar el dique de lo puramente personal para convertirse en un obús contra la propia institución. Es la continuidad de la Monarquía lo que está en juego.

No por lo que están contando los medios de comunicación a pesar del secreto del sumario y que tan indignado tiene a Urdangarín, según cuenta su abogado, sino por lo que supuestamente hizo Urdangarín: prevalerse de su condición de esposo de la hija del Monarca -y con la pantalla de una fundación sin ánimo de lucro- para convencer a autoridades bizcochables de que le adjudicasen contratos inflados o amañados cuyo importe era en parte desviado a paraísos fiscales.

El jefe del Estado es el primero en comprender que el problema no estaba en los mensajeros, sino en el mensaje que durante años ha emitido su yerno. Por eso ha mandado al jefe de su Casa, Rafael Spottorno, a anunciar que éste ha quedado apartado de la agenda oficial (¿y qué pasa con su mujer, la infanta Cristina? "Ya se verá", ha sido la respuesta, que sugiere también menos presencia o ninguna presencia institucional).

No sólo eso. Aquí las palabras son tan importantes como los hechos. La decisión de congelar a Urdangarín en su papel de miembro destacado de la Familia Real no se explica por que los medios denuncien que su conducta pública ha sido irregular. Se explica por que su comportamiento no ha sido ejemplar. Palabra del Rey en boca de Spottorno. Pero volvamos a los hechos para destacar que también ha decidido el jefe de Estado publicar en breve las cuentas de su Casa, es decir, desglosar las partidas en que se gastan los 8.434.000 euros que ha recibido de los españoles (año 2011). Como hacen otras monarquías europeas -bastante más caras, por cierto- y como algunos grupos parlamentarios han pedido con reiteración.

El Rey ha acertado demostrando una vez más inteligencia e intuición. Sabe, quizás como nadie, que la Monarquía de mañana no se mantendrá en España por los servicios prestados al país desde hace 36 años, sino por los que vaya a prestar en el futuro y por la ejemplaridad de quienes la encarnen, sus parientes y herederos. La sociedad que viene no lo entendería de otra manera.

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