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José Aguilar

Un Congreso más rico y más pobre

EL panorama político español que saldrá del 20-N será a la vez más rico y más pobre. La paradoja es sólo aparente. Será más rico en la medida en que el Congreso de los Diputados registrará un pluralismo más intenso que el actual, acorde con la diversidad social de un país que no es sólo en blanco y negro, sino que alberga numerosas tonalidades.

No tengo ninguna duda de que después de las elecciones la izquierda no pactista (IU) logrará un grupo parlamentario propio, por encima de su representación puramente testimonial de esta legislatura; que el partido de Rosa Díez (UPyD) también superará su dimensión personal de hoy y que nacionalistas catalanes y vascos mantendrán su presencia, más reducida en el caso del PNV por la competencia de los abertzales de Amaiur, que volverán a la Cámara que ellos llaman del Estado. El Partido Andalucista, en cambio, ni está ni se le espera. Desgraciadamente.

Y será también más pobre en la medida en que la próxima va a ser una legislatura de mayoría absoluta -como las primeras de Felipe González y la segunda de Aznar-, cuyos peligros se verán agravados por el hecho de que el partido que dispondrá de ella también controla casi todo el poder autonómico y casi todo el poder municipal, mientras que el partido mayoritario de la oposición va a tener que dedicar mucho tiempo a salir de la depresión y refundarse. Habrá, como digo, más variedad de partidos pequeños -algunos van a salir fortalecidos-, pero con menos posibilidades para todos ellos de influir en la política nacional. Más pobreza, más aburrimiento, menos viveza en las instituciones, quizás compensada por más movimiento en la calle.

Claro que la hegemonía indiscutible de quien va a ganar también tiene ventajas. Por una parte, le será más fácil adoptar las medidas quirúrgicas que necesita la economía española en el inmediato futuro (esos ajustes y recortes de los que no habla), gracias al aval de los votos y la dispersión de sus oponentes. Por otra, no le hará falta negociar constantemente su estabilidad a cambio de concesiones a minorías más interesadas en los logros de sus territorios que en la construcción de la nación de todos. Varias legislaturas acreditan que PNV y CiU, sucesivamente o a la vez, han hartado a muchos españoles con sus exigencias y particularismos satisfechos por gobernantes debilitados, aunque son ellos los que insinúen que están hartos de España.

Personalmente me gusta más un parlamento más plural que menos y un gobierno que haya de negociar más que otro que crea bastarse a sí mismo para acometer la solución de los males nacionales. El 20-N los españoles van a expresar otras preferencias, creo.

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