calle rioja

francisco correal

Conmemorar la conmemoración

Aniversario. Falta un año para las bodas de plata de la Expo. Su intensa actividad empresarial, académica o administrativa contrasta con el espejismo de proyectos fallidos

ERA lunes y no llovió. Ayer se cumplieron 24 años de la inauguración de la Expo 92. A un año de sus bodas de plata, entre el júbilo y el réquiem. 24 años no parece una cifra muy redonda, pero son seis legislaturas. Es la edad que tenía entonces el príncipe Felipe, entonces figurante, hoy figura esencial. El tiempo transcurrido desde la Expo hasta hoy es el mismo que separaba la Expo del mayo francés, de aquel 68 que se saldó con la última visita oficial de Franco a Sevilla. A partir del puente que inauguró en Los Remedios, todos los demás se abrieron con motivo de la Expo.

El cohete de la Cartuja simboliza una suerte de cuenta atrás cronológica: desde entonces han pasado seis Juegos Olímpicos, cinco alcaldes, cuatro presidentes del Gobierno, tres papas y otros tantos presidentes de la Junta, incluida la primera mujer que llega al palacio de San Telmo, en los dominios de la Exposición Iberoamericana de 1929.

Hay mucha vida en el recinto de la Cartuja: vida empresarial, universitaria, administrativa, pero también muchos sueños fallidos. El pabellón del Futuro que diseñó Oriol Bohigas es pabellón del Pasado, cerrado a cal y canto con la retórica de su entrada: Pabellón del Medio Ambiente. Una suerte parecida ha corrido el pabellón de Hungría, con tantas torres que parece el de Écija. Un cartel reza Pabellón de la Energía Viva, pura grandilocuencia.

Cuatro funcionarias de la Consejería de Empleo, Empresa y Comercio salen de desayunar en la cafetería Montpensier. Cuando se inauguró la Expo, Carmen y Santos ya eran funcionarias, destinadas entonces en la delegación de Empleo en el pabellón de Cuba del 29. Mariló empezaba los estudios de Derecho y Elena estaba en el instituto de Castilleja de la Cuesta. Guardan recuerdos maravillosos de la Expo, un sentimiento de nostalgia y de abandono. "Las colas y las carreras para ver los pabellones". "El espectáculo del lago". "El sentido de diversidad, cada día era diferente". "No he conocido a más gente en mi vida".

Algunos pabellones, los menos, permanecen en pie. El de Marruecos es la sede de la Fundación Tres Culturas y mantiene una incesante actividad científica, lúdica y académica. El de Finlandia, que reproduce la quilla de un barco, fue el proyecto de fin de carrera de cuatro jovencísimos arquitectos fineses, compatriotas de Alvar Aalto. "Aquí trabajan siete arquitectos, muchos más vienen a documentarse", dice un empleado de Fidas (Fundación para la Investigación y Difusión de la Arquitectura).

En 1992 Paco Maldonado estaba recién casado y trabajaba en Madrid. Un año antes se casó, un año después nació su primera hija en Linares, su ciudad natal. En 1996 llegó a Sevilla. Ayer se dedicaba al cuidado y mantenimiento de las siete fuentes centrales que desembocan en la esfera armilar. Le acompaña José Antonio Humanes (Sevilla, 1978). "Yo estaba en un colegio de San Bernardo y vine muchas veces con mis padres", dice este joven con dos décadas de experiencia laboral en la Gerencia de Urbanismo en mantenimiento de fuentes y monumentos, entre los que figuran la Catedral o la Plaza de España.

Pasa un autobús de turistas con el lema Tour por Sevilla. El Tour de ese año lo ganó Indurain. Ganó cinco seguidos. Sigue en pie el Teatro Central, pero no el cine Expo donde se estrenó Sevillanas de Carlos Saura y la versión completa del Quijote de Orson Welles, con el ruso Akin Tamiroff encarnando al ingenioso hidalgo. Isla Mágica tomó asiento en lo que eran los pabellones autonómicos, con hitos como el submarino de Isaac Peral, los cuadros del Greco o el detalle de Chillida.

Han salido varias promociones de la Escuela de Ingenieros en la antigua plaza de América. En la de África se ubicó la Confederación de Empresarios de Andalucía. El Palenque es un territorio indefinido. Era el escenario oficioso del folclore de cada día. Allí reunió Felipe González a los trabajadores de la Expo en el aliento final, acompañado por su amigo Jacinto Pellón. El ingeniero cántabro que chocó con el alcalde Alejandro Rojas-Marcos, un donjuanista que acompañó al hijo del conde de Barcelona en el corte de la cinta aquel lunes soleado de abril del 92.

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