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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Con la Constitución

La bandera que se enarboló ayer es la constitucional. Y ser constitucionalista es la forma democrática de ser patriota

Hoy no se trata de españolismo o antiespañolismo, de centralismo, autonomía o federalismo, sino de Constitución. El único asidero, texto, referente o garantía de las libertades democráticas es la Constitución. No es un texto sagrado -e incluso estos son interpretables-, sino el resultado de pactos. Por lo tanto es revisable si se cumplen las condiciones que la propia Constitución establece para ello. Lo que ningún demócrata puede tolerar -ya sea unionista, centralista, autonomista, federalista o independentista, de izquierdas, de derechas o liberal- es que se la ataque y se vulneren las Leyes que de ella emanan; porque es la única garantía de nuestra convivencia democrática. Y menos que se haga desde las instituciones.

Para los creyentes, por poner un ejemplo extremo, la Constitución es el texto más importante junto a los sagrados. Y para ellos, con excepción de la objeción de conciencia, es tan de obligado cumplimiento como para los no creyentes porque de lo contrario caerían en la teocracia y el fundamentalismo. A unos y otros, por lo tanto, como a todas las ideologías y partidos, se impone la supremacía constitucional. Modificable y revisable, insisto, pero únicamente a partir de lo que en el marco constitucional se establece para ello. Y no hay más.

Esto es lo que toca hoy. En Cataluña, desde las más altas instancias de autogobierno, se ha atacado frontalmente la Constitución y con ello la garantía de todas nuestras libertades. Esto es algo mucho más grave que atacar una u otra idea de España o una u otra sensibilidad patriótica. Hoy es el día de manifestarse constitucionalista por encima de españolista. Pagamos con 40 años de dictadura que unos españoles consideraran su idea de España, sus valores o sus creencias superiores al ordenamiento constitucional entonces vigente. En 1932 se intentó abolir la Constitución republicana desde la derecha golpista, en 1934 desde la izquierda revolucionaria y en 1936 otra vez desde la derecha golpista, logrando acabar con ella tras una guerra civil que instauró la dictadura hasta que en 1978 se recuperó el orden constitucional.

La bandera que ayer enarbolaban miles de manifestantes en toda España no es franquista o de derechas (esto es evidente), ni centralista o autonomista, ni tan siquiera españolista en el sentido patriotero. Es la constitucional. Y ser constitucionalista es la única forma democrática de ser patriota.

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