Incógnita ciertamente inquietante es la de si se estará aprovechando en el Betis este insufrible parón liguero para dar con su particularísima piedra filosofal. Haber conseguido sólo la tercera parte de los puntos disputados deja bien claro que las expectativas creadas en el verano han encallado en el otoño. Aunque esa pacata andadura discurrió tachonada de incidencias e imprevistos de muy variado pelaje, la verdad es la que es.

Trece jornadas en las que ha primado lo anodino para dejar claro que lo hecho en la grama no se corresponde con lo que el club gesta en la moqueta. No se corresponde el balance del equipo con lo que frecuentaba en los dos años pasados. Lamentablemente, el griterío de cuantos pierden el tiempo escuchando fervorines sin sentido hizo que un proyecto de tres años se fuese en dos a la basura y esos lodos trajeron estos polvos, dicho sea con perdón y sin ánimo de señalar.

Sería bueno que estos quince días se emplearan en afanarse en la búsqueda de esa piedra filosofal que mejore cuanto toque. Lo necesita el equipo y lo demanda un bético decepcionado con lo que ve cada semana. Si es con Rubi, mejor que mejor. Sería la salida normal y la que no gravaría más a una tesorería que no acaba de ver cómo salen las cuentas. La imagen más reciente es la del derbi y lo cierto es que no puede decirse que fuera la peor del curso, pero mejorable sí que lo es.

Y en esa tarea de ir afanosamente al encuentro de la deseada piedra filosofal que enderece el camino convendría aparcar el pasado, medir bien las exigencias y mirar al futuro con fundadas esperanzas. Mientras tanto ya hemos consumido la mitad del tiempo que pudo ser el de la catarsis, va asomando la cita con el Valencia y procede coger al toro por los cuernos. Un toro que puede hacerse miureño tras haberse visto que el deseado juampedro ni está ni se le espera.