Visto y oído

Antonio / Sempere

Conversación

LO mejor de la entrevista de Iñaki Gabilondo a Mariano Rajoy es que no fue tal entrevista, sino más bien una conversación, una charla entre dos personas educadas con ideas contrapuestas. A algunos el hecho de que una entrevista, por momentos, rozara los territorios de la tertulia, parecería una herejía periodística. Para un servidor, esa fue su grandeza.

En la medida en que el entrevistador se implicó hasta el punto de rebatir al invitado, saltaron chispas de la pantalla. Aunque en una ocasión un Gabilondo arrepentido por su actuación, dijese a Rajoy, cuando fue éste quien preguntó al periodista: "No estoy debatiendo con usted. Estoy entrevistando".

Iñaki Gabilondo mantuvo la conversación con Mariano Rajoy a pecho descubierto. Sin papeles de por medio. Con un guión muy meditado en la cabeza. Queremos imaginar que sin pinganillo en el oído que el tiro de cámara no nos permitía ver desde casa. Con suficiente capacidad de improvisación como para apostillar las respuestas del invitado con rapidez y sagacidad, como cuando remató una de las respuestas de Rajoy a propósito de las costumbres que deben aprender los inmigrantes con un "o sea, que quiere que aprendan Educación de la Ciudadanía". Brillante y rápido. Y qué bien poder decirlo ahora y no en tono elegíaco cuando se bata en retirada o una maldita enfermedad lo deje en la estacada, como a su amigo Llamas.

Para que Rajoy se sintiese cómodo, Gabilondo comenzó el encuentro preguntándole si iba a ganar las elecciones, a lo que un don Mariano sonriente y distendido dijo: "Tento un pálpito de que sí". Un total de 5.200 espectadores habían formulado preguntas a través de la red. Apenas hubo tiempo para atender a cinco. Una pena, porque el tiempo pasó volando. Todo lo contrario que la pausa publicitaria que antecedió a la entrevista: un cuarto de hora.

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