opinión

Pedro Rodríguez Mariño

Conversión, confesión, el gozo y la paz

ESTAMOS inmersos en Cádiz en el Bicentenario de la Constitución de 1812. Quedan muchos actos conmemorativos por delante, pero sin duda los días 18 y 19 de marzo marcaron el cenit y fueron auténtica fiesta en la calle, con un ambiente magnífico. No han faltado prisas e improvisaciones, pero al final todo lució en su sitio.

Es lógico que celebremos lo que repercute en el bien de todos, en el bien común. También que celebremos, en su ámbito, otros bienes menores, el de la empresa, o la familia; aniversarios, bodas de plata, bodas de oro… El calendario anual recoge una serie de conmemoraciones festivas.

En la vida religiosa todos los años festejamos la presencia en el mundo de Jesucristo, el Hijo de Dios, con particular solemnidad en la Navidad y la Pascua, con preparativos externos e internos, para disponernos de un mejor modo a unirnos con el Señor, aprovechando el Adviento, la Cuaresma y la Semana Santa.

En el marco de esta cuaresma dirigió el señor obispo, monseñor Zornoza, un retiro espiritual a los sacerdotes en tres puntos de la diócesis, exhortando a la conversión y a la confesión sacramental; que en el caso de los sacerdotes tiene una doble dimensión: la personal, acercarnos más a Dios, y la ministerial, ofrecer a los demás fieles abundantemente la posibilidad de confesarse. El tono de la predicación fue estimulante y práctico; además nos facilitó un estupendo folleto, Para confesarte es su título. Está muy bien presentado y es muy completo en su brevedad. No se trata de una explicación teórica, sino de una guía para facilitar vivir el sacramento de la penitencia correcta y provechosamente. Ofreció muchos ejemplares para repartir por parroquias, colegios y centros de apostolado.

En esta misma línea temática el señor arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, en su carta pastoral del 5 de febrero titulada Confesiones en San Onofre, plantea la siguiente iniciativa. Puesto que en esta capilla del centro de Sevilla está establecida con arraigo ya la adoración perpetua, me gustaría que se ofreciese, a la vez, la posibilidad de confesiones también de modo continuo. Para ello invita a los sacerdotes a ofrecer su posible colaboración, de modo que se pueda concretar la oferta de confesiones en todas las horas. Yo mismo, dice, iré por delante y todos los lunes de ocho a diez de la mañana atenderé el confesonario. ¡Gran detalle y buen ejemplo, sin duda!

El precepto de la Iglesia de la comunión eucarística por Pascua indirectamente urge a la confesión anual. Además, la Iglesia aconseja la confesión frecuente, aunque sólo se acusen faltas leves, como un cauce estupendo para el progreso espiritual, como medio eficaz de santificación. Es el sacramento de la penitencia una atención personalizada en las propias circunstancias personales, que tanto valora la pedagogía hoy. O si se quiere, otro ejemplo sería lo que para las plantas significa el riego gota a gota, de modo que siempre reciben lo que necesitan.

Como personas libres, capaces de hacer el bien o el mal, es lógico que examinemos nuestras actuaciones, las califiquemos y determinemos lo que hemos de rectificar, lo que debemos impulsar o a lo que nos debemos comprometer. Nos tiene que doler haber protagonizado lo que es ofensa a Dios y a los hombres, el pecado: esto es la contrición. Efectivamente el dolor presupone el discernimiento, el examen, y éste es el comienzo de la contrición. La cual incluye la detestación del mal y el propósito de enmienda. Como es natural, la contrición también llevará a la confesión de las faltas, llena de sencillez, a quien puede perdonar los pecados, sólo Dios; los sacerdotes somos instrumentos del perdón de Dios, perdonamos con su autoridad.

Con qué prisa, el día de la Resurrección por la tarde, cuando se presenta Cristo a los apóstoles reunidos en el Cenáculo les dice: "La paz sea con vosotros. Como me envió el Padre así os envío yo. Dicho esto sopló sobre ellos y les dice: recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos". Es como decirles: recibid todo el fruto de la redención, el fruto de mi sacrificio por los hombres, el Espíritu Santo y el poder de perdonar los pecados. Poneos en marcha, id por todo el mundo y atended a las gentes llevándoles el gozo y la paz. El gozo de descansar en Dios, en su misericordia, en su sabiduría y omnipotencia. La paz de estar libres de toda tensión hacia Dios y hacia los demás. Entregaos a hacer el bien buscando siempre la luz de Cristo, meditando su palabra, y buscando la fuerza de su gracia en los sacramentos.

Como portada del folleto que nos entregó monseñor Zornoza figura la reproducción, a una sola tinta, de un cuadro de Murillo y representa al hijo pródigo cuando es abrazado por su padre amoroso y magnánimo. Así nos espera Dios para acogernos y hacer una fiesta, si acudimos contritos a pedirle perdón. Organiza una fiesta mayor que por 99 justos que perseveren, lo dice Jesús. Bien vale la pena no cerrarnos al perdón de Dios. ¡Bendito don!

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