El periscopio

José Ignacio Rufino

Convertir a Laurita en Einstein

ENTRE los psicólogos, pedagogos y educadores infantiles de hoy existe un amplio consenso acerca de que a los niños pequeñitos se les debe vitorear, decir lo buenos que son y lo bien que lo hacen, reforzarles las actitudes que creemos buenas, motivarlos en suma: "¡Eres el mejor, Igor!", "¡Extraordinario, Tamara, genial", "¿Y lo más precioso del mundo entero?"; cada uno en su estilo. Los padres creemos a los técnicos y, por lo general, ponemos tales técnicas de refuerzo positivo en práctica, entre otras cosas porque nos sale del corazón: el amor, es lo que tiene. Más arriesgado resulta presumir sin cesar de lo espabilados que son, de las trazas de número uno que se dan, de los síntomas inequívocos de ser superdotado que tiene nuestro retoño. El tiempo pone casi todo en su sitio, y esta confusión paternal o maternal entre deseo y realidad, siendo justificable por natural, puede provocar decepción con el paso del tiempo. Aun así, queremos lo mejor para nuestros bebés, y nos cuesta poco creer que, o son ya pequeños Einstein, o podemos contribuir a que lo sean. Ya no tengo bebés -las tuve, pero me han ido creciendo-, y no obstante me ha llamado mucho la atención que existiera una gama de juguetes y productos multimedia -mucho video- llamados, precisamente, Baby Einstein. Un nombre pomposo, a la altura del estado mental algo irracional que se ha descrito antes.

Pues bien, la empresa de Baby Einstein (Walt Disney Co., ojo: "música, arte, lenguaje, poesía y naturaleza" al servicio de los bebés, reza su web corporativa) ha decidido devolver el dinero invertido a los padres estadounidenses que, fatalmente, no han conseguido que sus hijos se conviertan en un prodigio. Así lo atestiguan, esta semana, USA Today, Wall Street Journal o The Sun... cada uno en su estilo, también. Nos quedamos con el primero para comentar la cuestión brevemente.

USA Today, el diario de mayor tirada en Estados Unidos (más de dos millones diarios de ejemplares), tras sospechar que lo que Disney hace es evitar demandas judiciales, y tras afirmar que los genios son mayormente innatos, identifica la controversia con otro síntoma más de "una sociedad que promueve sin cesar remedios inmediatos, píldoras milagrosas y comida rapidísima que además no engorda". La cosa no difiere mucho de lo que pasa por aquí: yo he visto padres recoger -soltando babas de amor- a su hijo, al que se dirigían posesos para abrazarlos y decirles cosas bonitas... aunque fuera apartando de cualquier manera, y por supuesto ignorando por completo, a otros cachorros cuyos padres no habían llegado aún a la guardería: aquel gigante les parecería un extraterrestre muy tonto. Un fracasado proyecto de Einstein hecho padre, pero poca persona, quizá.

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