EL derecho al descanso no es sólo nocturno, ni privativo del hogar. En las calles y plazas también se tiene derecho a descansar. Sobre todo las personas de edad avanzada, predilectos usuarios de los asientos en espacios públicos. Pero en Sevilla hay una epidemia de desnortamiento que induce a culpar a los bancos (no los de cajero automático) de todos los males de la conflictividad urbana. Y presionan a los políticos para suprimirlos cerca de sus viviendas.

A la Alameda, cómo no, ha llegado el contagio, y el Ayuntamiento ha accedido a quitar los bancos situados junto a los juegos infantiles (donde obviamente se sientan muchos padres y abuelos mientras sus peques se solazan en los columpios), por las quejas de algunos vecinos sobre el jaleo que forman de noche algunos gruposmarchosos que allí se aposentan. Ahora los usuarios diurnos se quejan contra los que sufren la proximidad de los nocturnos y no les acallan. Con este paupérrimo nivel de inteligencia emocional para fijar los problemas y las soluciones, así tenemos el fracaso que nos merecemos.

La frase tonta de la semana en Sevilla es de Amidea Navarro, concejal delegada del Casco Antiguo: "Sería fantástico que hubiera bancos de quita y pon, pero no es posible". Bueno, si nos empeñamos en ser diferentes al resto de Occidente, creen un servicio de grúa que al atardecer retire los asientos empotrados y al amanecer los enclave. O regalar sillas plegables a los conocidos y negárselas al prójimo.

Excentricidades aparte, de lo que se trata, vecinos y autoridades, es de asentar contra viento y marea los valores y principios que jamás pueden ser de quita y pon. Por ejemplo: el espacio público y el mobiliario urbano son de todos. No son patrimonio ni de los particulares que más se quejan ni de los individuos que más los mancillan. Si alguien no los respeta, las normas están para cumplirlas, la autoridad no es de quita y pon. Y la convivencia se gestiona fomentando que los diversos vecindarios se sumen a valores comunes y no se resten entre ellos.

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