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José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Cortina de humo

Al Gobierno no le ha importado en absoluto meter de lleno en el fango político al Centro Nacional de Inteligencia

El Gobierno no lo quiere decir abiertamente, pero lo deja circular por algunos medios de comunicación sin molestarse en desmentirlo: detrás del supuesto espionaje con el dispositivo Pegasus al presidente del Gobierno y a la ministra de Defensa está Marruecos: vaya noticia. Nuestros vecinos del sur nos espían y, espero, nosotros tendremos buena parte de nuestros recursos de Inteligencia destinados a espiarlos a ellos. Y en ambos casos lo harán hasta los límites que les permita, la habilidad, la tecnología y las reglas de funcionamiento interno si las hubiera, que uno no se imagina códigos de conducta demasiado estrictos en un mundo tan oscuro y novelero como el de las operaciones de espionaje. Por tanto, que sea Marruecos no debe sorprender a nadie, máxime si el vaciamiento de los móviles de Sánchez y Robles se produjo cuando acabábamos de dar asilo al principal dirigente del Polisario y principal enemigo del régimen de Rabat.

Lo de verdad significativo de esta operación, que tiene mucho de cortina de humo preparada por los fontaneros de la Moncloa, es que al Gobierno no le ha importado en absoluto utilizar al Centro Nacional de Inteligencia, meterlo de lleno en el fango político y dejar a su directora general, una funcionaria con una acreditada experiencia en el organismo, a los pies de los caballos y al borde del cese. Dañar el prestigio de uno de los pilares de la defensa del Estado, y el CNI es uno de los que de verdad contribuyen a ello, es un lujo que ningún gobierno debería permitirse. Uno no se imagina a la Casa Blanca, incluso en los disparatados tiempos de Trump, dejando por los suelos el prestigio de la CIA. A los espías, por la propia naturaleza del trabajo que desarrollan, hay que dejarlos trabajar sin demasiadas interferencias, aunque con el control necesario porque en una democracia nadie puede estar al margen ni por encima de la ley.

Pero en España estamos viendo, desde hace ya bastante tiempo, que se sobrepasan con pasmosa facilidad lo que antes eran límites que se consideraban infranqueables. Ahora estamos, de pronto, en un rifirrafe político que tiene en su centro a los servicios de Inteligencia y que es alimentado por el propio Gobierno del que dependen. Es un paso más en una espiral en la que está metido Pedro Sánchez por sus pactos con fuerzas como ERC y Bildu y por su inestable coalición con Podemos y de la que no sabe o no quiere salir.

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