La tribuna económica

Joaquín Aurioles

Crisis de coordinación

BAJO el titular Keynes frente a Friedman resumía una cadena nacional de televisión el enfrentamiento doctrinario entre Merkel y Obama en la cumbre del G-20 en Toronto. Pudo igualmente titularse el estado frente al mercado, aunque con protagonistas desempeñando papeles a los que no estamos acostumbrados. La postura europea, liderada por Merkel, defiende la reforma en profundidad del sistema, especialmente de las finanzas privadas, pero con tales exigencias de retroceso en las del sector público que se interpreta como un recorte del estado del bienestar. En el lado opuesto Obama, cuyo impulso a la reforma sanitaria en su país le convierte en el presidente norteamericano más cercano al concepto europeo de bienestar, pero que desconfía de la capacidad del sector privado para abandonar la recesión sin la ayuda del estado. También pudo titularse Europa frente a América o frente al resto del mundo, dado que la Canciller alemana recibió el apoyo de sus socios comunitarios, especialmente de Sarkozy, pero también de Zapatero y Cameron, que en ocasiones anteriores se alinearon con Obama. España y Reino Unido han cambiado claramente de bando con respecto a la cumbre de Londres, hace ahora algo más de un año, cuando Gordon Brown y Obama conformaron el eje anglosajón que defendió los paquetes de estímulo fiscal frente a la ortodoxia franco-alemana que, como ahora, insistía en introducir reformas y en la defensa de la prudencia y la austeridad en materia de gasto público. Los medios de la época declararon vencedores a Merkel y Sarkozy, lo que no impidió que algunos países como Grecia, Irlanda o la propia España, además de Reino Unido y EEUU, pusieran en macha ambiciosos programas de gasto que, como el ministro alemán de economía reprochó a sus colegas norteamericanos, han provocado el grave deterioro de las finanzas públicas en la mayoría de ellos y unos pobres resultados en materia de empleo.

Los principales apoyos a Obama han llegado, en esta ocasión, de su propio continente, especialmente de Brasil, pero también desde China, que por fin parece convencerse de que su estrategia de crecimiento acelerado basada en su capacidad para competir en los mercados internacionales de manufacturas, no tiene demasiado recorrido en momentos de crisis. Como es lógico, lo chinos están más próximos a los norteamericanos y defienden el apoyo a los países asfixiados por problemas de deuda pública, pero admiten que tendrán que incentivar el consumo en su país y aceptar una progresiva flexibilización del yuan.

Finalmente hubo comunicado conjunto y compromiso de reducir los déficits en un 50% en 2013 y de estabilizar la ratio deuda pública/PIB en 2016, pero las apariencias no consiguieron ocultar las diferencias en todo lo demás. Habrá que esperar a noviembre en Seúl para ver si se avanza en materia de comercio internacional, en regulación bancaria, en flexibilización cambiaria en las economías emergentes o si se establecen impuestos a los bancos. En definitiva, y como reconocía la Presidenta argentina, "un mundo con diferencias, pero no enfrentado", aunque también incapaz de coordinar sus políticas económicas.

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