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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Crisis de liderazgo

Europa afronta su mayor crisis geopolítica desde el final de la guerra fría con liderazgos muy débiles

Olaf Scholz, canciller alemán desde hace poco más de tres meses, ya ha demostrado que no es Helmut Kohl, ni siquiera Angela Merkel. Emmanuel Macron no es tampoco Chirac, ni se aproxima a Mitterrand. Y Pedro Sánchez está en las antípodas de lo que un día representó Felipe González, pero tampoco se acerca a lo que significó Aznar. Podríamos seguir recorriendo el mapa de Europa y comparando los liderazgos de hace un puñado de años con los actuales. Y la conclusión es desoladora. Europa afronta su mayor crisis geopolítica desde el final de la guerra fría con los dirigentes más débiles de las últimas décadas. No es sólo cuestión de mala suerte. La degradación de la política es un fenómeno global y la pérdida de calidad de la gobernanza es lo que nos ha puesto en la situación por la que atravesamos estas semanas, en las que estamos inmersos en una crisis bélica, energética y económica que se va a traducir en un problema social a la vuelta de muy poco tiempo.

Si en Europa no tenemos motivos para sentirnos satisfechos de nuestros líderes, cruzando el Atlántico la situación no es mucho mejor. Trump, un personaje que nunca debió cruzar el umbral de la Casa Blanca, se despidió con un asalto de opereta al Congreso y su sustituto da muestra de no estar al nivel que le exige al presidente de Estados Unidos el momento actual. Y no es sólo un problema de condiciones físicas. Es un problema de modelo político que se encaja dentro de otro mayor: Estados Unidos está dejando de ser el centro de poder en el que se decidía todo lo importante que pasaba en el mundo. Ahora es en Pekín donde se fabrican las grandes estrategias que terminan condicionando la vida de todos.

Esta es la situación que ha provocado que un megalómano con sueños imperiales como Putin haya podido dar una patada al tablero mundial que ha puesto a Occidente contra las cuerdas. Pase lo que pase con la crisis de Ucrania -el desenlace parece que no se va a demorar ya demasiado a juzgar por el comportamiento de los mercados-, vamos a salir de ella con un nuevo modelo estratégico en el que ya desde Washington, desde Bruselas o desde Berlín va a tener sólo una importancia relativa. Las crisis de liderazgo, en cualquier tipo de organización, se terminan pagando y la que ahora mismo atraviesa el mundo al que pertenecemos no es menor.

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