TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

Cruz alzada

Juan / Moya / Gómez

Crónica de una muerte anunciada

MUCHO tiempo, años y mandatos, llevamos enzarzados dándole vueltas a la necesaria reforma de unos estatutos, los del Consejo de Hermandades y Cofradías, que el tiempo había dejado obsoletos e inoperantes, obstaculizando en determinados casos el funcionamiento de la institución.

Sin embargo, las filtraciones de los distintos borradores y enmiendas del anteproyecto, aireados de aquella manera tan sevillana y tan cofradiera, dejan en evidencia la falta de una previa reflexión, seria, sosegada y responsable, sobre qué es lo que verdaderamente queremos hacer con este desaprovechado organismo que tantos esfuerzos y desvelos costó erigir a los cofrades que nos precedieron.

Si en su momento se optó por la unidad, desechando la idea de desmembrar las distintas secciones que lo componen, hubiera sido lógico aprovechar la reforma para apostar por un modelo de regeneración valiente, en el que salieran reforzadas y ampliadas sus competencias, sobre todo en aquellos campos de actuación donde se ha demostrado que la unidad hace la fuerza. En tiempos como los que vivimos, en los que la centralización se revela como medio idóneo para la optimización de recursos y esfuerzos, es inaudito que el plan de formación del Consejo tenga menor repercusión que el de las hermandades de Triana, que su programa asistencial cuente con menos apoyos que los creados por las hermandades de un día en concreto, o que no se imponga como obligatoria la mediación de este organismo en la resolución de disputas entre las hermandades, o entre estas y sus hermanos, antes de que lleguen a Palacio.

Da pena ver languidecer el espíritu que presidió el nacimiento de un Consejo, al cual se le encorseta en sus escasas funciones y, lo que es peor, se le quiere limitar aún más con enmiendas al proyecto que revelan una tensión entre las asambleas de hermanos mayores y Palacio por hacerse con las migajas de una herencia que se desvanece. Dejando al Consejo la mera elección de la terna a pregonero y una gestión limitada del dinero de la carrera oficial, o mucho cambian las cosas o estamos gestando una muerte anunciada, y hasta por algunos deseada.

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