Para Luis Alberto de Cuenca, uno de los mejores escritores y lectores en la lengua de Cervantes, componer versos es algo parecido a la felicidad. Poeta culturalista de la estirpe de Borges, es capaz de convertir su vasta erudición y su bibliomanía políglota en una poesía clara, directa, que nos hace más hermosa y transparente la vida.
Este lunes acudió a Utrera para homenajear al Abate Marchena. Paseando por las calles señoriales de la localidad, se emociona al ver las placas que conmemoran a Ruiz Gijón, autor del Cachorro de Triana, y al historiador Rodrigo Caro. Sube las escaleras del Ayuntamiento recitando su célebre poema a las ruinas de Itálica, sin dejar de celebrar "el hecho extraordinario" de que sean los suyos, y no Madrid, quienes reivindiquen a don José Marchena, "a quien yo aprendí a admirar sobre todo gracias a Menéndez Pelayo. Sin su Historia de los heterodoxos españoles una parte esencial de nuestra cultura se hubiera olvidado por completo".
El pintor Ricardo Cadenas, que ilustró algunos de sus escritos taurinos para una antología auspiciada por otro gran poeta, Carlos Marzal, le recuerda a De Cuenca que Utrera es la tierra "que tan grandes flamencos ha dado, desde Fernanda y Bernarda a Bambino, Enrique Montoya, El Cuchara o Perrate". El escritor sonríe: "De pronto, todo el mundo ha nacido en Utrera".
Luis Alberto impartió, a instancias de Eva Díaz Pérez y Cristóbal Ortega, coordinadora científica y comisario del Año Cultural Abate Marchena, una magistral conferencia sobre el Fragmentum Petronii, el texto donde el afrancesado utrerano dio rienda suelta a sus conocimientos sobre el erotismo en la antigüedad grecolatina. Un jocoso escrito que evadió la censura y confundió a los filólogos de media Europa, que dieron el texto por original de Petronio y nunca le perdonaron al Abate la broma.
Con Marchena, De Cuenca parece compartir muchas cosas: el conocimiento de idiomas, el gusto por el humor, la habilidad para conciliar la alta cultura con la más popular, como los cómics, un mundo que le apasiona.
Antes de despedirse, este madrileño del 50, que dirigió la Biblioteca Nacional y fue secretario de Estado de Cultura, tiene tiempo de agradecer a la presentadora del acto que no se haya equivocado al decir la letra de uno de sus poemas más célebres: "Hola, mi amor, yo soy el lobo (no tu lobo)". Le puso voz, como saben, la Orquesta Mondragón, y es una de las canciones más famosas de la Transición española. Luis Alberto de Cuenca, como Miguel Hernández o los hermanos Machado, tiene la fortuna de que sus versos se canten incluso cuando no se sabe que son suyos, ese patrimonio exclusivo de los grandes.
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