En Sevilla hay que tener mucho cuidado con las estatuas y monumentos. Es una ciudad que ya ha sufrido daños y destrozos, como se ha comprobado en la plaza de San Francisco, a la vera misma del Ayuntamiento, con la cruz de la Inquisición. George Floyd no era sevillano, pero tampoco era londinense, y allí han intentado cargarse un monumento de Winston Churchill, que además de ser un gran estadista que combatió al nazismo en la II Guerra Mundial, ganó el Premio Nobel de Literatura (sí, en 1953, fue una decisión controvertida) y se lo dieron "por su oratoria en defensa de los valores humanos". Pero más peligroso es que ahora van contra los monumentos de Cristóbal Colón, cuyos restos se encuentran en la Catedral de Sevilla, que abrirá a las visitas turísticas el 1 de julio. A ver si le van a querer cambiar la tumba de sitio por la memoria histórica de América.

Algunos pensarán que aquí no han derribado todavía ninguna estatua, y que lo del racismo es cosa de los blancos americanos de Trump. Depende. Si nos vamos del siglo XVIII para abajo cualquiera podía tener un esclavo. Es injustificable, por supuesto, pero recuerden que la esclavitud fue abolida en España en 1837 y que hubo esclavos en la Cuba española hasta 1880. Por el contrario, se podría añadir que en Sevilla fundaron cofradías para negros y mulatos desde finales del siglo XIV, y no sólo la de los Negritos de la Puerta Osario.

Eran otros tiempos. Y lo que deberíamos intentar es aprender de los errores del pasado para no repetirlos, en vez de seguir echando mierda encima. Para eso hace falta más amor y menos odio, una reconciliación, como la que aquí se intentó entre las dos Españas. Porque en este país (en el siglo pasado, y puede que hoy también) el problema ya no es de blancos y negros, sino de rojos y azules. Vamos a tener pronto otra curiosidad: quieren mantener los calabozos de la Comisaría de la Gavidia. ¿Para qué? Las torturas de la Policía franquista, que allí se cometieron, podrían ser recordadas con una placa. ¿Quién va a visitar eso? ¿Una excursión de comunistas vueltos del exilio? Aquello sucedió hace medio siglo, o puede que más. No parece que lo más oportuno sea mantener unos calabozos ruinosos en el centro de Sevilla, donde otro alcalde quería abrir un Primark.

En Sevilla (y el resto de España) habíamos pasado del odio a la reconciliación. Después, por culpa de ciertas leyes, estamos volviendo al odio para reescribir otra historia. Hay que tener cuidado con las estatuas y los monumentos, que la gasolina se prende y el viento se lo llevó. Si ya van a por Colón, mal vamos, y peor podemos ir.