Cuchillo sin filo

francisco Correal

Culebrones

ENTRAMOS en Venezuela por la desembocadura del Orinoco. Yo era un periodista recién casado, parafraseando a Juan Ramón, y formaba parte de la expedición del Guanahaní que ahora con el nombre de Ruta Quetzal sigue organizando Miguel de la Quadra Salcedo. Era el mes de septiembre de 1989, faltaba muy poco para que cayera el muro de Berlín. Salimos del puerto de Cádiz un día después de ver por televisión un Barcelona-Oviedo. Venezuela ya está presente en las islas Canarias. Los periódicos de Tenerife tenían una página diaria dedicada a Venezuela, con epígrafe monográfico.

Hicimos escala en Cabo Verde, la isla del futbolista Océano y de la cantante Cesaria Evora. Yo era el único de los expedicionarios que sabía el nombre del presidente de la antigua colonia portuguesa: Arístides Pereira. El nombre se me quedó grabado cuando en mi luna de miel no pudimos visitar ningún monumento de Sintra porque Pereira estaba de visita oficial en esa ciudad.

Nos recibieron en sus curiaras (nombre autóctono de las embarcaciones) unos indios waraos, que exteriorizaron su júbilo por la visita de un barco de tanto tonelaje. Ha pasado casi un cuarto de siglo, pero no se me olvida la retahíla de afluentes del Orinoco: Caroní -que daba nombre a un periódico, El Correo del Caroní-, Churún, Carrao. O la noche que pernoctamos en Ratoncito, durmiendo en hamacas con el hilo musical de las cataratas del Salto del Ángel, el más elevado del mundo.

Venezuela era el filón de los culebrones españoles. Estuvimos en Luepa, en Palúa, en Ciudad Guayana, en la paradisíaca Canayma. Cumaná era un paraíso de las muñecas y en Guaraguau vimos el esqueleto de las posibilidades petrolíferas de la isla. Conocí tipos singulares, como el emigrante gallego que le había puesto a su hijo de nombre Iríbar porque asociaba la nostalgia con la añoranza del Chopo; la miss Venezuela que subió a la sala de máquinas del barco; o el descendiente de andaluces que contaba que en una de sus visitas a la Feria de Sevilla bailó sevillanas con la duquesa de Alba y con Pina López Gay.

Hugo Chávez tenía 35 años y Hugo Sánchez empezaba la temporada de su último Pichichi en el Madrid. Algunos periodistas volvimos en avión desde Caracas. Las medidas de seguridad en el aeropuerto de Maiquetía eran impresionantes. Gobernaba Carlos Andrés Pérez. En el vuelo pusieron la película Interferencias. Prefiero Primera Plana.

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