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Carlos Colón

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Cumbre del arte cristiano

Juan de Mesa dio al arte cristiano la más cierta imagen de Cristo, Dios y hombre verdadero pintada o esculpida

Yahvé otorgó a Moisés un privilegio que nadie tuvo jamás, ni antes ni después: "A él le hablo cara a cara; abiertamente y no por enigmas; y contempla la figura del Señor". La Encarnación de Yahvé en Jesús Nazareno amplió a sus coetáneos que lo reconocieron como Mesías este privilegio único. Y el arte, desde el siglo III con el Buen Pastor de las catacumbas de San Calixto, la representación más antigua de Cristo, ha recordado este portento a lo largo de diecisiete siglos, convirtiendo la imagen de Cristo en objeto de culto tal como lo estableció el concilio de Nicea: "El honor de la imagen se dirige al original y el que adora una imagen, adora a la persona en ella representada". Ordenando que "como se hace con la figura preciosa y vivificante de la cruz, con los Evangelios y los demás objetos sagrados de culto, se las honre con ofrenda de incienso y de luces".

Montañés, Mesa, Roldán, Ocampo y Gijón esculpieron algunas de las más ciertas, hondas, complejas, teológicamente ricas y devocionalmente eficaces representaciones de Jesús Nazareno que el arte cristiano haya creado. Y la más perfecta de todas por la santa simplicidad con la que expone y resuelve los misterios que traen de cabeza a los teólogos desde hace siglos: Jesús del Gran Poder. Como los propios Evangelios, escritos tras la muerte y resurrección del Nazareno, las grandes imágenes sevillanas representan a la vez a la derrotada víctima de la Pasión y al triunfador Señor resucitado, al hombre mortal y al Dios inmortal. La cumbre de esta teología esculpida, de esta compleja representación del fracaso, el dolor y la muerte vistos a través de la Resurrección sin por ello quitarle su trágico realismo, es el Gran Poder. Nadie se ofende por ello, como si reconocer esta realidad sancionada por el pueblo llamándolo simplemente el Señor o Señor de Sevilla hiciera de menos su devoción a otra imagen.

Si la Iglesia ortodoxa rusa canonizó al monje pintor Andrei Rubliov por su vida ejemplar y el poder de conversión de sus extraordinarios iconos, ¿por qué no podría iniciarse el proceso de beatificación de Juan de Mesa por haber dado al arte cristiano la más cierta imagen de Cristo jamás pintada o esculpida? No por ser una obra de arte extraordinaria, porque son muchas las creadas por el genio cristiano, sino por su poder único de conmoción y conversión que no ha dejado de aumentar en 400 años.

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