Vuela el tiempo y caen en cascada los tacos de almanaque, que hoy cumple ochentainueve años un artista inmortal. El genio no tiene edad por mucho que sea ya casi nonagenario, pues su obra quedó inmarcesible para que las generaciones venideras sepan que hubo una vez un torero que hizo soñar el toreo. Hace veintidós años que se fue en una plaza de carros sin avisar, sin ir mendigando corridas en una campaña de rentable despedida. Veintidós años hace del hasta aquí hemos llegado para jamás volver a coger un capote, ese capotillo con el que mecía la embestida del toro propicio. Ve pasar el tiempo desde su retiro camero y sigue sin poder salir a la calle en paz, sin que despierte más expectación aún que en activo. La mayoría de los curristas vivos, por razones de edad, nunca lo vio torear. Y es que el toreo es tener un misterio y decirlo como sólo lo decía Curro Romero.