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La ciudad y los días

Carlos Colón

Daniel Jiménez Quirós

NO sé si conservarán tu gesto. No sé si cuando la Cruz de Guía esté parada en la embocadura de la Pescadería un nazareno de ruán se adelantará unos cuantos metros y se quedará solo, dando la espalda a la cofradía, entre ruidos que llegan desde la Alfalfa, rumor de conversaciones, ir y venir de gentes y hasta alguna actitud destemplada. Una estatua de ruán, quieta en medio de la Pescadería. Se cumplía en ti que un nazareno puede resumir una cofradía y el espíritu de una cofradía resumirse en un único nazareno. Cuando llegaba el momento que sólo tú conocías, hacías sin volverte un breve gesto con las manos y te echabas a andar, tirando tu solo de toda tu cofradía. Porque ese breve gesto es el que levantaba la Cruz de Guía, el que hacía que se fueran alzando por parejas todos los cirios negros, el que avisaba al fiscal para que ordenara al capataz que diera los tres golpes que alzan los ciriales y hacen emerger la montaña de oro coronada de cardos, penas y dolores que parece brotar de las entrañas de Sevilla, como si fuera la compasión de la Tierra que se alza para que su Creador no se desplome sobre ella; y el que levantaba también los cirios blancos tras el alto paso trágico, hasta alcanzar las orillas de la casa de oro de la Virgen del Plus Ultra. Ese breve gesto tuyo era el que tiraba de la negra cinta bordada en oro, sangre y fuego de San Isidoro. No sé si quien hoy ocupe tu lugar sabrá andar como tú lo hacías, siempre sin volverte, dejando que poco a poco te alcanzara la Cruz de Guía, señor de todos los secretos de tu cofradía, sabedor de sus ritmos, conocedor de cada palmo de la tierra mejor de Sevilla que recorre.

Otro hará por ti lo que tú tantos años hiciste. Y lo hará, no como tú, pero sí tan bien como todo se hace en esta cofradía tuya: en las hermandades serias cambian los hombres bajo las túnicas sin que cambien las cofradías. Sólo somos unas cuantas Semanas Santas bajo una túnica. Si estas son pocas o muchas es cosa que sólo importa aquí, no dónde tú vives ya para siempre. Bien lo sabes por tu otra cofradía: te enseñó urna y duelo, sí; pero también -Mors Mortem Superavit- que hubo una muerte que dejó la muerte vencida. Nada se ha perdido para siempre, Daniel Jiménez Quirós, nada. Otro guiará tu cofradía bajo tu misma túnica. No exactamente como tú -porque cada uno de nosotros es un alma eterna y un terreno gesto irrepetible- pero sí de forma parecida. Heredado es el gesto, no aprendido. Descansa en paz allí donde no hay lágrimas ni olvidos. Que aquí cuidan los tuyos de lo que tanto amaste y tan bien serviste. JHS.

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