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Luis Sánchez-Moliní

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Dardo envenenado del rector a Sanz

El malestar en la Hispalense con el candidato popular era evidente. Pero este jueves se hizo explícito... Y tanto

Un momento del acto.

Un momento del acto. / Juan Calos Muñoz

NO ponemos en duda el valor y la seriedad del candidato del PP a la Alcaldía de Sevilla, José Luis Sanz. Su hoja de servicios nos muestra un buen alcalde de pueblo-rico y nada indica que no sería capaz de llevar las riendas de la Muy Mariana. Quedaría bien con el chaqué en el Corpus y con vaqueros en una paella vecinal en Bellavista. Pero en lo del “Louvre sevillano” (por cierto, mucho está tardando el museo francés en cortar esa alegre utilización de su marca) se ha equivocado. O lo han equivocado, que es peor. Lo último que debe hacer un aspirante a alcalde es ponerse en contra a las principales instituciones de la ciudad, pero Sanz lo ha conseguido de una manera sorprendente. El malestar en la Universidad de Sevilla era evidente, y no es para menos, porque el candidato popular había decidido unilateralmente (aunque ni siendo alcalde tendría competencias para ello) que saliese de la Fábrica de Tabacos para formar esa madre de todos los museos con el que sueña el entorno napoleónico de Sanz. El malestar de la Hispalense (más de 500 años de historia nos contemplan), decíamos, era evidente, pero soterrado. Se podía deducir de algunas reacciones y te lo comentaban entre susurros por teléfono, pero el pasado jueves se hizo explícito y cruel. Aprovechando el acto de presentación de la restauración de la Portada de la Fama, el rector Miguel Ángel Castro pronunció un discurso claramente enfocado a defender el edificio de la Fábrica de Tabacos como sede universitaria. La venganza es un plato que siempre se come frío, como el caviar o los huevos rellenos del bar Ñ, y el señor Castro, curtido en la más dura de las políticas –la universitaria–, lanzó al aire su dardo envenenado: “Este edificio, con su fachada principal que hoy se muestra restaurada, conforma con sus símbolos lo mejor de la Universidad, la que protege y conserva su patrimonio. Porque, aunque su techumbre plana sea una de las mayores del mundo, esto no es un zoco o un bazar donde se mercadea. Este espacio que pisáis es el Templo de la Sabiduría”. Y no contento con esto, remató: “La Universidad es la única palanca real de transformación, alejada de los intereses espurios de cada momento, imperturbable en su tarea ante la burda ignorancia o la bravucona ocurrencia. Seguiremos nuestro camino en nuestro hermoso edificio central, no lo duden, basado en el trabajo constante, en la búsqueda incansable, en el rigor permanente, y en el saber sereno”... Bravucona ocurrencia... no está mal. José Luis Sanz todavía está a tiempo de rectificar, de intentar reconstruir los puentes volados con la Universidad, y de centrarse en los problemas reales de la ciudad. Collejas como esas se dan pocas y es cierto que el señor rector se recreó demasiado. ¿Por qué será?

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