Debates

Las idas y las propuestas de los nuevos intelectuales franceses han obtenido amplio eco en una opinión ansiosa y expectante

La acogida que la opinión pública francesa dispensó a Zola, cuando éste puso, en 1898, su pluma al servicio de un inocente, ha quedado como la imagen misma de la dignidad intelectual. Aquellos debates, en los periódicos, para defender a Dreyfus de tantas falsedades, se mantienen vivos transcurrido más de un siglo. Ahora son otros los nombres y otra la prensa, pero la situación se repite. Por eso, ante las tensiones y rivalidades de la actual vida política francesa, la gente de la calle, incluida la Universidad, ha dicho: convoquemos y oigamos lo que nos dicen los nuevos Zola. Contrariamente a lo que sucede en España, estos nuevos intelectuales franceses no sólo se han atrevido a hablar, además, sus ideas y propuestas han obtenido amplio eco en una opinión ansiosa y expectante. Para conseguirlo, su universidad más célebre, la Sorbona, decidió sacudir su habitual endogamia, y reunir, los pasados 7 y 8 de enero, a una serie de escritores y profesores para confrontarlos, bajo el ambicioso título "reconstruir la ciencia y la cultura". Fueron dos jornadas intensas, en las que todos debatieron, en un clima apasionado y abierto, los acuciantes problemas que zarandean el horizonte político-social inmediato. Pero sorprende, sobre todo, que, transcurridas dos semanas, las réplicas y contrarréplicas llenan todavía las páginas de la prensa. Como si nadie quisiera quedarse fuera y desee continuar alimentando el debate. Las diatribas, críticas y refriegas han sido duras porque las teorías e ideologías puestas en discusión son claves en estos momentos. Debatir sobre identidades y separatismo, cancel culture, el islamo-gauchisme, el wokismo, removió las aguas estancadas y creó serios forcejeos dialécticos porque los adversarios procedían de dentro y de fuera de la propia Universidad, con la presencia incluida de un ministro de Macron. Las secuelas de estos debates tardarán en asentarse, pero ya se han realizado algunas interpretaciones valiosas, al vincular exigencias de política cotidiana con las grandes transformaciones que en estos momentos padece el mundo, lo cual las hace mucho más comprensibles. Con todo, lo mejor de estas jornadas será su ejemplo, acogido con recelo, al principio, como le sucedió a Zola. Pero vista su floración, muchos de los asistentes quisieran perpetuarlo. Y los que no asistieron quieren a posteriori intervenir. Mal debía de andar la política, cuando tanta opinión pública reclama que el juego verbal propagado por unos intelectuales no se extinga.

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