Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Débiles

Nadie sabe cuándo podrá ser vacunado, llegan noticias confusas sobre las entregas y los criterios de aplicación

La pandemia nos ha hecho más débiles. Indudablemente, desde el punto de vista sanitario: antes nos creíamos fuertes y confiábamos en un sistema que estaba preparado, con sus fallos y disfunciones, para dar respuesta a cualquier contingencia, desde la atención primaria en los centros de salud hasta el tratamiento de dolencias graves en servicios especializados y altamente tecnificados. De pronto, hemos visto juntas todas las debilidades y cómo el empeño de un colectivo profesional que no ha ahorrado ningún esfuerzo ha sido incapaz de hacer frente con eficacia a un agente infeccioso de una gravedad extrema y que nos ha pillado con las defensas bajas. Hemos pagado un precio altísimo por un modelo de gestión sanitaria en el que primaban los criterios políticos sobre los técnicos.

Pero la pandemia nos ha hecho, sobre todo, socialmente más débiles. Después de un año de sufrimiento y muerte tenemos la sensación de que hemos perdido la condición de ciudadanos adultos para convertirnos en marionetas de políticos que intentan manipularnos para sortear un temporal que claramente los rebasa y en el que no tienen otro interés que salvar su propio culo. Pasó al principio con las comparecencias de Pedro Sánchez llenas de símiles bélicos y vacías de cualquier utilidad. Pasa ahora con las ruedas de prensa de Fernando Simón o con las apariciones que periódicamente hace Juanma Moreno en la televisión andaluza, donde al final parece que adelantar o atrasar dos horas el toque de queda es la diferencia entre condenarnos o salvarnos.

Y está pasando de una forma escandalosa en las últimas semanas con las vacunas. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo podrá ser vacunado, llegan noticias cada vez más confusas sobre el ritmo de entrega de las dosis y sobre los criterios de aplicación. Se hace propagada con los primeros ancianos que son inyectados en residencias, pero todavía no se ha explicado cuándo se va a empezar a vacunar con normalidad en los centros de salud, qué recursos se van a movilizar cuando haya viales suficientes para inmunizar en masa, como han hecho Israel y otros países y que debería ser la prioridad absoluta en el nuestro. No sabemos si está movilizada la sanidad privada para cuando eso ocurra, ni si la sanidad militar jugará el papel que debería de jugar. Ni si hay previsto centros especiales de vacunación, como iglesias -el Reino Unido lo está haciendo- o polideportivos. Que en Andalucía todo apunte, como informábamos en Diario de Sevilla esta semana, a que hasta octubre puede que no llegue a la mitad de la población es claro síntoma de que las cosas no se están haciendo como se debería. En una sociedad normal, los ciudadanos protestarían y exigirían responsabilidades. Pero ya no lo somos: ahora somos una sociedad débil.

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