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José Antonio Carrizosa

Debilidades

ESTAMOS otra vez en el centro de una tormenta financiera -¿cuántas van y cuántas nos quedan por soportar?- que saca a la superficie todas las debilidades de nuestra economía y que nos tiene al borde del abismo esperando que que el que puede hacerlo, esa entelequia que hemos dado en llamar los mercados, pero que podríamos llamar de otras muchas formas, decida si nos da el empujón definitivo o si a última hora se muestra generoso y nos deja vivir un poco de tiempo más. Hasta la próxima.

Como se han encargado de reiterar esta semana los analistas financieros, el acoso que ha sufrido la deuda soberana española y que hace imposible a corto plazo nuestra recuperación, tiene que ver con factores exteriores que se escapan a nuestro control, desde los problemas de Estados Unidos con su deuda hasta la insuficiencia del segundo rescate a Grecia, pero se asienta en los problemas estructurales que padece la economía española y en la exigencia de reformas que se han emprendido sólo de forma parcial o que no tan siquiera se han abordado.

Es más que probable que sea así y que además el clima de incertidumbre política, con unas elecciones de casi segura alternancia a la vuelta de la esquina, no ayude precisamente a afrontar la crisis con la fortaleza suficiente.

Pero si hablamos de debilidades, es necesario poner de relieve también la de una Unión Europea que es incapaz de hacer frente a situaciones que ponen en entredicho su propia razón de ser. Porque si estamos condenados a sufrir una y otra vez acosos financieros como el que hemos soportado en este comienzo de agosto, la pregunta surge de forma inevitable: ¿para qué nos sirve Europa y para que nos sirve el euro? Parece claro que una Europa a medio hacer no es el mejor mecanismo de defensa para hacer frente a una crisis tan profunda como la que padecemos va ya para cuatro años. Y si es así sólo quedan dos vías: o dar marcha atrás y desandar el camino de la construcción europea, lo que parece tan absurdo como suicida, o profundizar la unión para que de verdad sirva para lo que fue diseñada. Este camino, el único que de verdad se abre delante de nosotros, requerirá cesiones y sacrificios. También grandes dosis de realismo político y de solidaridad. Esta crisis nos ha demostrado que hay dos UE: la de Alemania y Francia y la de todos los demás y que la de los ricos ha ido por su lado y nos han dejado a los más débiles en manos de los especuladores. De que éste es un camino sin salida tenemos ya pruebas más que sobradas. Son demasiadas debilidades para tiempos tan convulsos.

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