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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

coge el dinero y corre

Fede / Durán

Decálogo de un despropósito

REPASO de los fallos del Gobierno: Uno. Incidir sólo en los ingresos para ganar la lucha contra el déficit sin reparar en que el gasto selectivo impulsa la economía. El IVA es un impuesto indirecto que grava el consumo, luego a más IVA menos consumo. La subida del IRPF tampoco funcionó a nivel recaudatorio (trabaja bastante menos gente que antes de la crisis). Nadie dice nada de las sicavs. Retenerle al rico es pecado; hundir al autónomo y la pyme parece obligación de Estado. Dos. Destrozar la biblia del buen comunicador. Los planes de ahorro duran horas. Después llegan los matices, las contradicciones y los anuncios de nuevas medidas que jamás calman a los mercados. Tras anunciar un paquete de ajuste de 65.000 millones con 60 medidas, se advierte que llegarán otras 20 antes de 2013. ¿Por qué no se empaquetan mejor los contenidos? Tres. Rajoy es peligrosamente inoperante. Su homólogo en Italia, Mario Monti, se reunió en EEUU con los 15 mayores fondos de inversión del planeta y les explicó (en inglés) sus recetas y las razones para adoptarlas. Nuestro presidente no habla idiomas, ni aprecia los viajes internacionales (Eurocopa aparte), ni parece conceder demasiada importancia a la pedagogía que reclaman quienes determinan la evolución de la prima de riesgo.

Cuatro. Trasladar el esquema de vasallaje Alemania/Bruselas/Madrid a la relación Madrid/comunidades autónomas, pero sin concederle a éstas la flexibilidad que la UE sí ha conferido a España en el cumplimiento de los objetivos de saneamiento. Quinto. Desguazar el Estado de bienestar, recortando los sueldos del empleo público sin discriminar entre buenos y malos trabajadores, castigando sanidad y educación, y creando, casi sin que nadie repare en ello, un modelo de país inspirado en EEUU y su darwinismo económico: los servicios, para quien se los pueda pagar. Sexto. Respetar una estructura orgánica pensada para tiempos de bonanza: sobran empresas públicas, agencias, organismos autónomos y hasta administraciones. No se ha avanzado en la eliminación de las duplicidades. Séptimo. Trasladar al ciudadano la sensación de que la reducción de los privilegios de la casta política no corre en paralelo a los sacrificios que se le exigen a la masa. Octavo. Admitir, sin complejos, que no existe margen de maniobra, que el Gobierno hace lo que le dicen y punto. En ese caso, España debería encomendarse a un tecnócrata como Monti. Margen, en cualquier caso, hay: el Wall Street Journal publicaba hace unos días las reformas laborales (y tributarias) que Rajoy tendría que haber aprobado: menos vacaciones, contratos en prácticas más largos, posibilidad de canjear descansos por un sueldo extra, tarifa plana en el impuesto de sociedades (más cercano al 20% que al 30%), etcétera. Noveno. Carecer de un Consejo de Asesores Económicos -como el que funciona desde hace años en EEUU- compuesto por expertos de distintas ideologías que cubran las lagunas teóricas y prácticas del Ejecutivo. Y décimo. Seguir al lomo del burro que sostiene que el PP es un gestor fiable. La crisis española ha igualado a todos por políticos por lo bajo.

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