SON días de golpes de efecto, porque no hay punch para contrarrestar lo que nos hace más efecto, la crisis económica. Me sorprende que el ministro de Sanidad o la consejera de Salud no hayan adoptado aún una medida drástica que sería hipercomentada: la prohibición del uso de grasas artificiales hidrogenadas en la elaboración de alimentos. Las llamadas trans, aún más dañinas que las saturadas, y cuyo negocio consiste en añadirle hidrógeno líquido al aceite a temperaturas muy altas. Son causa directa del aumento del colesterol malo, de la obesidad, de la diabetes y de las patologías del corazón. Tras las ofensivas contra el tabaco y los accidentes de tráfico, ambas con buenos resultados, ahora toca la batalla de la alimentación.
Aunque personajes como Schwarzenegger y Bloomberg se les han adelantado, dictando en todo el estado de California y en la ciudad de Nueva York la prohibición del uso de las grasas trans en restaurantes a partir del 1 de enero de 2010 (y allí casi todos los restaurantes son de grasienta comida rápida), hay campo para que Soria y Montero presuman de ser más progresistas que Conan el bárbaro o el magnate de la información financiera. Vayan más lejos y prohíban la fabricación y venta de comida preparada que incluya las trans. Aprovechen la ola de opiniones y decisiones favorables para la derrota del american way of food y pónganles un plazo a las multinacionales que elaboran en España multitud de productos envasados bajo marcas muy populares.
La polémica será inevitable. E incluso deseable si la aceleran antes del comienzo del curso escolar. La mayor parte de las familias están gastando menos en todo lo concerniente a la vuelta al cole y más en los supermercados porque les sale más barato un picoteo en casa con la tele puesta que consumir en la calle. Y no es precisamente fruta y verdura lo que más se come vía carro de la compra. En un país ahora más parado y donde la actividad física de la población ha descendido un 30% en los últimos 20 años, a más crisis es factible más grasa y más obesidad. Si no se remedia con un decretazo.
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