Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Defensa del compromiso

LLevo regular que en una reunión haya varias conversaciones. No sólo por el jaleo, sino por la sospecha de que en los otros apartes se ríen más y se dicen las cosas interesantes. No es algo sólo subjetivo. Tiene una base científica: como tiendo a hablar lo mío, bajo el nivel de mis rincones de conversación. El otro día volví a comprobarlo. A la salida del bar, me contaron que en el otro extremo de la mesa, unos amigos catalanes de nuestros amigos estuvieron ofreciendo su percepción del proceso. Dijeron, por lo retransmitido en diferido, que ellos, desde luego, huirían de una Cataluña independiente, pero que no lo harían a España, sino a Europa, porque España les había dejado muy solos.

Otra razón, descubro ahora, por la que languidece la conversación a mi alrededor va a ser mi mirada. De haber oído yo en directo ese comentario cosmopolita se me habrían saltado los ojos de las órbitas y hubiera echado fuego por mis cuencas vacías. Se habría producido tal vez una situación inflamable. Porque, vamos a ver, tan ridículo es decir que "España nos roba" como que "España nos abandona". ¡España sois vosotros; somos nosotros, todos! Nos robará un sistema fiscal que se ensaña con las rentas del trabajo y será el Gobierno, que hemos votado entre todos, el que no esté actuando con la contundencia y la eficacia deseada y deseable. Pero nada de eso es tan dañino (y bien saben ustedes, lectores de paciencia impagable, que ni me gusta la indolencia del Ejecutivo ni la voracidad fiscal), pero nada de eso es tan dañino, pienso, como el mohín inmaculado de desdén y de distancia, tanto da que sea para decir que España nos roba como que nos abandona, como que nos da igual.

Cuántas cosas nos abocan a Albert Rivera. He ahí un catalán que no dice que España nos abandona, sino que se pone manos a la obra. Con su trayectoria y ese aire suyo a Kennedy, lo normal es que Rivera ya haya dicho varias veces eso de "no preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país", que es un retruécano redondo, al que, por pura necesidad, le perdonamos lo manido que está. Manido, sí, en la teoría, pero no en la práctica, me temo. Lo último de Rivera ha sido bonito: ha pedido perdón como catalán a los extremeños por los insultos que algunos catalanistas han perpetrado contra ellos. Así sí vale lo de las regiones: si es para dar un paso al frente en responsabilidad y en empatía.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios