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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Defiéndenos, Tintín

Putin ha comprendido que los 'bytes' llegan más lejos que las divisiones acorazadas y, en su dacha, se relame como un gato

La Guerra Fría no fue tan negativa como algunos creen. Nos dejó una estética para los climas gélidos, un catálogo de elegantes abrigos, gabardinas y sombreros de marta cibelina para aguantar las largas vigilancias en las calles de Moscú o las esperas en el check-point Charlie de Berlín. También una ética de la traición y el conocimiento definitivo de que las ideologías sólo son la epidermis bajo la que duerme un confuso magma de pasiones e intereses individuales. Finalmente, nos legó una literatura (y un cine íntimamente ligada a ésta) compuesta por novelas de desigual fortuna, pero con algunas cumbres, como las escritas por Graham Greene. Entre ellas, Nuestro hombre en La Habana, magistral en su capacidad para demostrarnos cómo las mezquindades personales forman parte de eso que podríamos llamar 'gran historia'.

Como ya habrán leído con cierto asombro, tanto la CIA como el FBI tienen la certeza de que Rusia ayudó a Donald Trump a ganar las pasadas elecciones. Ni el más alcoholizado de los secretarios generales del comité central del PCUS de la Guerra Fría se hubiese atrevido a soñar en uno de sus delirios en lo que ha conseguido ese hombre que surgió de las burocratizadas cloacas del comunismo, Vladimir Putin. Esto nos lleva a una doble paradoja: Trump, el candidato de la extrema derecha más taruga podría ser un agente involuntario postcomunista; y la CIA, la que fuese la bestia negra de la paleoprogresía europea y americana, la heroína que desenmascara al farsante. Como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, vivimos tiempos complejos.

Recientemente, en un Foro Joly, Felipe González desdeñó la amenaza que supone Putin, basándose principalmente en la debilidad de la economía rusa. "Llegará hasta dónde le dejemos llegar, pero poco más", dijo el de Bellavista. Probablemente tenga razón, pero en su análisis obviaba un arma relativamente barata y altamente efectiva: las tecnologías de la información. Putin, perro viejo que mamó de las ubres del KGB, ha comprendido que los bytes llegan a donde no pueden hacerlo las divisiones acorazadas. Ya le han metido el primer gol a EEUU y se relame como un gato en su dacha frente a una Europa débil y pusilánime. Mientras tanto, aquí, en casa, los palmeros de derecha e izquierda lo jalean como el nuevo líder capaz de salvarnos de las amenazas. Como dijo Luis Alberto de Cuenca en un verso inmortal: "Defiéndenos, Tintín, que nos atacan".

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