enrique garcía-máiquez

Dejar en paz

Para obtener la paz hay que explicarla antes con su realidad, sus causas, sus amenazas y sus exigencias

Para celebrar por todo lo alto el Día Internacional de la Paz mi hija tenía que llevar una poesía sobre el asunto. Me pidió ayuda y, aunque yo, corto de inspiración, le supliqué me dejase en paz, me dijo eso: que le dejase algo de la paz. Pensé entonces entonar un himno dando gracias de que al menos no tuviesen que cantar la consabida Imagine, pero, como era el día de la paz, descarté los epigramas. Dedicaríamos la cosa a la paz en serio, de corazón y de cabeza. Por tanto, pergeñamos unos versitos de agradecimiento a nuestras sacrificadas Fuerzas Armadas, titulados La paz para quien se la trabaja. No los traigo aquí porque no eran tan buenos como se merece el Ejército, pero los puse en Twitter, que abruma menos que el primer grupo periodístico de Andalucía.

Y allí, de golpe y porrazo, se convirtió en mi tuit estrella. Teniendo en cuenta mi testada incapacidad para lo viral, aquello era un fenómeno bastante independiente de mis propios méritos y de los del poema. Era el reconocimiento de una oculta demanda social, cansada de que se inculque a la sociedad en general y a nuestros niños en particular un concepto muy simplista de la paz, como si tratase de algo que se obtiene con sólo cantar cancioncillas pastoriles y repetirse eslóganes cursis.

Quiso el azar, que me lleva de la mano, que me diese de bruces con esta cita de René Girard: "Para favorecer la violencia colectiva hay que reforzar su inconsciencia. Y, al contrario, para desalentar esa violencia, hay que mostrarla a plena luz. Hay que desenmascararla". Para obtener la paz hay que explicarla con su realidad, sus causas, sus amenazas y sus exigencias.

En los relatos artúricos se cuenta cuán esforzadamente consiguieron los caballeros de la Tabla Redonda pacificar Logres, el Reino de la Rectitud. Los cuentos de hadas tradicionales tampoco resultan mojigatos. Chesterton lo explicaba con claridad: "Los cuentos de hadas no dan al niño su primera idea del mal, sino su primera idea de que el mal puede ser vencido. El niño conoce al dragón desde que tiene imaginación, lo que le da el cuento es un San Jorge que mate al dragón".

El día de la paz sería una ocasión pintiparada para reflexionar con los niños de que, aunque ya saben ellos que los peligros y la guerra y la violencia existen, pueden ser vencidos; y que merece la pena, porque la paz real, no la imaginaria, es, oh, maravillosa.

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