hoja de ruta

Ignacio Martínez

Delicioso suicidio en grupo

PRESIONADOS por la imagen pésima que tiene de ellos la opinión pública, las protestas de los jóvenes del 15 M y la feria electoral, los políticos han decidido ofrecernos un espectáculo nuevo: un delicioso suicidio en grupo. Título, por cierto, de una novela del finlandés Arto Paasilinna, recomendable si quieren pasar un buen rato. Sin embargo, la autodestrucción de nuestros próceres no es auténtica. Sino una manera de flagelarse en público a ver si les cogemos cariño. Ejemplo práctico, Rubalcaba. Dice muy serio: un político, un cargo, una retribución.

Bonito, pero falso. Zapatero llegó hace once años a la secretaría general de los socialistas con una canción parecida cuya letra se parecía, primarias, limitación de mandatos, no acumulación de cargos. La práctica ha sido otra cosa. Algunos de los más significados zapateristas andaluces solaparon cargos de todas clases. Marisa Bustinduy fue secretaria general del PSOE en Málaga, portavoz de su partido en el Ayuntamiento de la capital, vicepresidenta de la Diputación y miembro de la ejecutiva del consejo de administración de Unicaja, todo al mismo tiempo. El alcalde de Alcalá de Guadaíra, Antonio Gutiérrez Limones, ha sido senador y portavoz adjunto de su grupo en Madrid. Y repite como candidato al Senado.

En el otro campo, Esteban González Pons, el hombre que asombró a la afición cuando dijo que aspiraba a crear tres millones y medio de empleos en la próxima legislatura, ha vuelto a sacar la varita mágica. En esta ocasión a modo de látigo contra la clase política: como somos malos, al menos vamos a ser menos. Y le ha metido su aspiradora al número de diputados. Quiere quitar cincuenta. Entre el PSOE y el PP tienen ahora 323 escaños. Si se redujera el número de diputados sin cambiar la ley electoral salvarían el escaño unos poquitos diputados de CiU, PNV y Amaiur (la nueva marca batasuna), y desaparecerían Esquerra, Bloque, IU, NaBai, UpyD, Coalición Canaria y todas las minorías. Gran jugada, ¡más bipartidismo!

Esta propuesta de Pons va en la misma línea de otras similares, como recortar los sueldos de los políticos, sobre la que hay una enorme hipocresía. A la actividad pública se deben dedicar los mejores y habría que pagarles bien. Estamos en un círculo vicioso en el que cada vez se dedica a la política gente con menos currículo, que no complace a la sociedad y el remedio no es bajarle los ingresos, sino subir su cualificación. Nos libraríamos de jovencitos sin oficio ni beneficio en puestos destacados, y personas de toda edad y género, sin ninguna experiencia laboral, ni por cuenta ajena, ni por cuenta propia, salvo un largo meritoriaje como funcionarios de sus partidos. Antes que quitar cincuenta diputados al Congreso, sería mejor eliminar entero el Senado, que son 260 escaños. Eso sí que sería un delicioso suicidio en grupo. Y un ahorro curioso.

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