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Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Delirios

EL obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, se está convirtiendo en una seria competencia para otros colegas que ya han alcanzado una justa fama de insensatos dentro de la Iglesia española. Fernández, en víspera de la concentración católica del fin de semana en Madrid, nos ha avisado de que la Unesco "tiene programado para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual". Para ello, agrega el prelado, incurriendo en el delirio, el organismo de las Naciones Unidas para la educación está ultimando no se sabe con qué medios una campaña para extender la ideología de género en las escuelas y convencer a medio mundo (dicho sea literalmente) de que uno no ha nacido varón o mujer, sino que ha de elegir el sexo según su capricho, y por si fuera poco podrá cambiar de inclinación a su antojo. La afirmación del reverendo Fernández da para muchos chistes. Yo imagino a los predicadores libertinos de la Unesco, vestidos con ropas provocativas e insinuantes, visitando las escuelas con sus cartapacios llenos de estampas licenciosas y tratando de convencer a los niños, a los maestros y a los docentes de la bondad de levantarse hoy mujer, mañana hombre, pasado homosexual, el otro libertino, prostituto, rufián, alcahuete, incestuoso, fetichista, necrófilo, sádico y zoofílico, hasta agotar un catálogo de depravaciones que no hubiera imaginado el bueno del Marqués de Sade.

Digo que se podrían hacer numerosos chascarrillos a costa de los delirios del obispo Demetrio, pero creo que es mejor ponerse serio, muy serio contra quienes sostienen tales majaderías en los púlpitos con el afán último cuestionar el trabajo y la legitimidad de las instituciones civiles. El disparate del obispo (inspirado al parecer en unas palabras de su superior el presidente del Consejo Pontificio para la Familia, el cardenal Ennio Antonelli) lleva implícita una cadena de difamaciones intolerable: primero contra la Unesco y la enorme y grandiosa labor de la organización, por ejemplo en la reconstrucción de Haití, la preservación cultural, el fomento del respeto a la culturas, el fin de las barreras y, precisamente, la promoción de la igualdad entre los sexos. Segundo, contra las organizaciones no dogmáticas ni religiosas que trabajan en pro de la humanidad; tercero, contra los poderes civiles democráticos. Cuarto, contra esa mitad de la población mundial a la que trata (dicho sea con perdón) de gilipollas sugestionables, y quinto (podríamos seguir hasta el decálogo) silenciando los auténticos problemas que comprometen la sobrevivencia (ahora sí) de millones de personas expuestas a la enfermedad (el sida, entre ellas) y el hambre.

No, lo que duele no son las ridículas fantasías del obispo Demetrio, sino las graves presuposiciones que sustentan sus delirios.

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