NO sé si alguien se ha parado a pensar en la extraña paradoja de que el PP sea el partido más leninista que hay ahora mismo en España. Y no me refiero, por supuesto, a que defienda la dictadura del proletariado o que propugne aquel viejo slogan de "Todo el poder para los soviets", sino a su estructura interna y a su funcionamiento como organización, ya que el PP sigue al pie de la letra los dogmas del Partido Comunista ideado por Lenin. Control férreo de los militantes por parte de los aparatchiks, ni un atisbo de democracia interna, nombramientos a dedo de todos los cargos importantes y aplastamiento inmediato de cualquier atisbo de disidencia. Así funcionaba el partido de Lenin. Y así funciona el PP de Rajoy.

De otro modo no se entiende lo que está pasando con la designación del candidato a las próximas elecciones autonómicas. Y ya desde ahora mismo me atrevo a aventurar que el PP no ganará esas elecciones, presente a quien presente, a no ser que logre encontrar a un candidato que demuestre ser inteligente, habilidoso, buen orador y que sepa comunicar, además de demostrar ser centrista de verdad (y no un vulgar arribista que se apunte a lo que sea) y sea capaz de trasmitir un pálpito emocional a sus programas y a sus frases. Pero el PP se empeña en presentar un modelo de candidato que es todo lo contrario, el típico burócrata frío, limitado y carente de carisma que suele ser marca de la casa. Y eso, claro está, es un desastre anunciado. Amalia Gómez podría haber sido una candidata magnífica en el año 2000, o Manuel Pimentel antes de caer en desgracia, pero estos candidatos no contaban con la aprobación del aparato -el espíritu de Lenin vigilaba-, así que nunca pudieron participar en unas elecciones, mientras que Javier Arenas se estrellaba tres veces seguidas (¿o fueron cuatro?).

El PP andaluz tiene un problema grave. Si fuera una empresa privada -y lo es, si pensamos en la enorme cantidad de dinero público que maneja-, sus responsables deberían tener que dimitir en cadena. Ahora mismo no hay un solo nombre del PP que destaque en Andalucía por su elocuencia, por ejemplo, o cierta simpatía, o la capacidad para ponerse en lugar de los ciudadanos, que son las cualidades mínimas que se le deben exigir a un político. Si las cosas siguen así, todo el dinero que se gaste el PP en la campaña electoral será un despilfarro porque nunca va a ganar. Y no ganar en una comunidad que tiene casi un 40% de paro y siempre ha sido gobernada por el mismo partido tiene delito. Delito.

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