Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Demagogia

LA demagogia consiste en el empleo de mentiras y falsas promesas con pegada popular. El objetivo es engañar al personal para que apoye y posibilite que el demagogo consiga, por ejemplo, el poder. En la campaña electoral en que estamos desde noviembre del año pasado, la demagogia ha ido por barrios. Dejando a un lado las opciones políticas minoritarias, las cuatro formaciones que se reparten la tarta son demagógicas a su manera. El Partido Popular es demagógico cuando saca pecho con la creación de empleo, cuando se sintetizan en un frío porcentaje algunos empleos buenos con montañas de subempleos, infraempleos y miniempleos (los hay de 60 euros ganados en dos días aislados que incrementan, aunque sea hasta el nuevo cómputo oportuno, el mágico porcentaje en la misma medida que si se tratase de un trabajo fijo). Sánchez resulta demagógico, aunque con poco éxito según los sondeos, cuando abusa de la palabra "progreso" hasta vaciarla, y cuando grita como un poseso -poco creíble, no le pega- en los mítines repletos de afectos que lo aplauden arrobados diga lo que diga. Eso también es populista, populachero diría.

Pero los magos del arte de birbirirloque comunicativo de masas son los de Podemos, incluidos los recogidos de Izquierda Unida. Garzón, campeón de la demagogia siniestra esta semana, levitaría, muy progresista, al atribuir la carnicería en un local de ambiente homo perpetrada por un islamista en Orlando a "la lacra del heteropatriarcado", o sea al machismo homófobo ecuménico y global, al de usted y yo, seres de la caverna, y no a la vesania, a la homofobia de su credo y a la condición criminal de quien hizo los disparos en nombre de Alá. Demagógicos y sectarios son los que afirmaron acto seguido, y en masa tuitera, que el hombre era más estadounidense que islamista, y que la causa primigenia de su barbarie es la libertad para comprar armas que rige en Estados Unidos. Demagógico y también siniestro es un cartel difundido por Podemos en su praxis del todovale en el que se dibuja un tipo ahorcado junto con una leyenda que atribuye "miles de suicidios" a los desahucios. Gran mentira. De miles, nada. Ni las estadísticas confirman un significativo aumento de los suicidios por esa tristísima causa (el suicidio crece sostenidamente desde 1981, a tasas más bien estables) y ni mucho menos han habido "miles". Quitarse la vida, asunto tabú y que se nutre mayoritariamente por enfermos, sobre todo mentales, cuando es utilizado para atacar al adversario (poco) subliminalmente es demagogia de la más repulsiva.

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