PODRÍA haber titulado este artículo: "¿Se consiguen medallas con dinero?", porque es lo que se ha planteado tras las 67 medallas conseguidas por Gran Bretaña, y seguirá discutiéndose hasta los próximos Juegos en Japón. Una primera idea es que debe haber una relación entre los 274 millones de libras que ha dedicado Gran Bretaña a los deportistas olímpicos, procedentes de la lotería nacional (el 70% de ésta), y el éxito conseguido. Es el único país que ha ido aumentando siempre sus medallas en las últimas cinco olimpiadas y parece que no es casualidad, pues sigue un sistema muy estricto de asignar dinero casi exclusivamente donde hay probabilidad de ganar una medalla, principalmente a gimnasia, atletismo, ciclismo y remo. Sin embargo, junto a la euforia del éxito, se constata que la participación de los británicos en deportes baja en general y persistentemente. Una segunda idea es que los países con más habitantes son los que ganan más medallas, pero no siempre es así; países que representan más de 1.400 millones de personas no han conseguido ninguna medalla, y hasta 3.000 millones, sólo cinco en total. Tampoco el producto por habitante es una explicación; correlacionando países con al menos un 1% de medallas con el producto por habitantes, se encuentra un coeficiente de determinación de 0,213 (va de 0 a 1), lo que indica que prácticamente no hay relación.

La tercera idea es que ya casi todos los países se plantean una estrategia olímpica. En España existe la ADO (Asociación de Deportistas Olímpicos) que se fundó para los juegos de Barcelona de 1992, que beca a deportistas, entrenadores, y también a las federaciones. Se han dedicado ahora 31 millones de euros, que es menos de la décima parte que en Gran Bretaña, y la mitad de lo que se dio en 2008, becándose a 171 deportistas, principalmente en natación, atletismo, vela y hockey. Las becas van desde 60.000 euros al año (fijo más variable), a 5.000, según el deporte y el historial del deportista. Aunque los resultados han sido ahora algo mejores que cuando se daba más dinero, tampoco pueden sacarse conclusiones, ya que España consigue un 1,85% del total de 921 medallas, por lo que un par de medallas o tres debidas a deportistas excepcionales, influye mucho.

Una cuarta idea es que estos datos abren un debate muy interesante que tendría como ejes los siguientes puntos: uno, valorar el azar frente a una política, y dentro de ésta, si se favorece crudamente sólo a una élite deportiva y a unos deportes, o se abren más las oportunidades; dos, la ayuda directa a deportistas, y el papel de las federaciones, muy dispares en su eficacia y transparencia de funcionamiento; tres, considerar otros agentes como las universidades, que permiten hacer deporte y estudiar; y cuatro, la ordenación de los patrocinios y procesos transparentes de financiación crowding, por parte de aficionados que apoyan a sus deportistas con escasos medios.

En fin, la alegría que da el que nuestros deportistas ganen es un sentimiento espontáneo que no requiere ningún análisis, pero la economía política del deporte olímpico y también del de base sí que exige discusión.