TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Desafiante mansedumbre del Cautivo

Hoy Sevilla abre los libros de los Salmos y de la Sabiduría por las páginas de Santa Genoveva y San Lorenzo

Escrito está: "Dice el necio en su corazón: no hay Dios… Se dicen los impíos entre sí: breve y triste es nuestra vida; no hay remedio cuando llega nuestro fin; hemos nacido por obra del azar, y después será como si no hubiéramos existido… Creían los insensatos que habían muerto; tenían por quebranto su salida y su partida de entre nosotros por completa destrucción". Hoy el Señor Cautivo y el Gran Poder los desmienten.

Creen los necios, los impíos y los insensatos que Dios es refugio de cobardes que buscan en él remedio, consuelo y hasta engaño que atenúe su miedo a vida y a la muerte. ¿Pero acaso representa esto el orgulloso y manso solitario de Santa Genoveva? ¿No hay gallardía, valor y hasta desafío en su gesto que planta cara a quien en vano pretende humillarle, da al condenado una dignidad que no puede arrebatarle quien le condena, encumbra al pobre hijo del carpintero por encima de cónsules, tetrarcas y sacerdotes, y mira por derecho a la muerte que le aguarda? ¿No saben los necios, los impíos y los insensatos que esta Hermandad nació en un modesto barrio trabajador y por ello probado por la vida y realista? El Cautivo representa a Dios mismo encarnado, pero también a uno más del barrio: aquel de quien las gentes de su pueblo se preguntaban, atónitos: "¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María?". ¿Por qué creen que tantos siguen, caminando tras su paso, a quien tan poco parece poder darles? Porque Él es tan de ellos como ellos de Él. Lección magistral de dignidad ante los poderosos, de fortaleza en la debilidad, de serenidad ante la prueba y de valor ante la muerte da el Cautivo desde la cátedra de su paso.

Tan lejos y tan cerca de allí, en San Lorenzo, otro cautivo libera, otro vencido vence, otro abrumado de tristeza consuela, otro condenado absuelve, otro humillado confiere dignidad, otro agotado da fuerzas. Y todo sin engañar, sin mentir, sin endulzar: por las bravas, que este Señor es recio y ante Él no cabe el piadoso engaño. Esculpió Juan de Mesa la teología de la liberación tres siglos antes de que se formulara. Dice el Gran Poder a sus devotos, con su gesto abatido, con su estar al límite de las fuerzas, con sus fuertes manos atadas, con la ternura de sus ojos: somos los derrotados de una causa invencible.

Hoy Sevilla abre los libros de los Salmos y de la Sabiduría por las páginas de Santa Genoveva y San Lorenzo.

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