Hay situaciones que exigen intervenciones radicales cuando se unen pobreza, miseria, marginación y delincuencia. No son lo mismo, desde luego. La pobreza no tiene necesariamente que degradarse hasta hundirse en la marginación y la delincuencia. Al igual que la abundancia tampoco asegura que no se delinca. Hay una pobreza honrada y una delincuencia de cuello blanco. En situaciones de pobreza no extrema puede actuarse con eficacia procurando que las ayudas sean una solución transitoria: la pobreza subvencionada suele degradarse en marginación. Nadie desconoce el antiguo proverbio "dale un pez a un hombre y comerá hoy, dale una caña y enséñale a pescar y comerá el resto de su vida". Pero, como escribió Javier Sampedro, esto puede ser también una gran mentira porque "la pobreza extrema encierra a la gente en un círculo vicioso tan perverso que resulta casi imposible romperlo".
Si no se actúa a tiempo, si se deja que de la pobreza se pase a la miseria y la marginación, la intervención, además de ser mucho más difícil porque la mayoría de quienes la padecen se han adaptado a esa forma de vida y quienes quieren escapar de ella apenas tienen posibilidades, exige cambios tan radicales en las administraciones como duras han de ser las medidas que se tomen para salvar a esos individuos, grupos o barrios de ellos mismos. Por mejor decirlo: de aquello en lo que sus circunstancias les han convertido. Porque ningún niño nace delincuente y marginal. Es el entorno al que es condenado al nacer, como una siniestra versión social de la predestinación, el que hará eso de él. Casi sin darle posibilidades -por desesperanzador que sea- de elegir otra vida.
Están, no caigamos en el angelismo, la naturaleza humana y el carácter. Hay ricos que roban y asesinos que han disfrutado de la mejor educación. Pero nadie puede dudar que la miseria hace miserables, que la pobreza extrema es caldo de cultivo de la delincuencia, que la total ausencia de referentes y posibilidades cierra todos los caminos conduciendo a una pérdida total de esperanza que genera actitudes destructivas y autodestructivas.
Víctor Hugo escribió que la sociedad es culpable de la noche que produce. Aplíquese a lo que ayer escribía el compañero Pérez Ávila a propósito del informe de la Junta sobre la situación límite del Polígono Sur, Torreblanca, Los Pajaritos, Palmete, el Polígono Norte y El Cerezo.
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