Tribuna Económica

gumersindo / Ruiz

Desconcierto en la economía

SI una persona sin muchos conocimientos de economía intuye que los expertos comparten su ignorancia sobre qué hacer para que la economía funcione bien tiene toda la razón. El buen funcionamiento exige que se utilicen los recursos productivos, se cree empleo y se repartan de forma justa los resultados; el Estado debe también disponer de una financiación equilibrada para cubrir las necesidades sociales y estimular la inversión productiva. Este marco ideal y simplista se complica en una economía globalizada, donde intervienen entes supranacionales como el Banco Central Europeo (BCE) o la Unión Europea (UE).

El Banco Central Europeo ha hecho en estos años tres cosas importantísimas para evitar el caos en la economía, pero que se han quedado a medio camino en lo que afecta al bienestar de los ciudadanos, y han beneficiado a algunos y perjudicado a otros. La primera, ha bajado los tipos de interés hasta extremos inimaginables; las entidades de crédito pueden financiarse al 0,05%, y en cantidad prácticamente ilimitada; esto se ha trasladado a los mercados privados donde los tipos a plazos muy cortos pueden estar en negativo. Estos tipos tan bajos deberían facilitar la inversión productiva, pero no ha sido así. La demanda de crédito se ha retraído y existe para cubrir necesidades de liquidez y tesorería, pero muy escasamente para proyectos de inversión. Sin embargo, los tipos tan bajos han hundido a los ahorradores, que ya no se plantean vivir de las rentas de sus ahorros y no tienen otro remedio que correr el riesgo de la bolsa y de otras inversiones. Si esto hubiera servido para animar la actividad económica y el empleo, se podría justificar el daño hecho al ahorro, pero no ha sido así, sino que existe el riesgo de que se esté creando una burbuja en los mercados financieros. Como un aspecto positivo, los deudores, sobre todo los hipotecados, se han visto muy beneficiados frente a los ahorradores, evitando un aumento en la morosidad y en los desahucios.

El segundo salvavidas ha sido para los países endeudados por el doble procedimiento de bajar los tipos y facilitar liquidez para comprar la deuda pública, lo que ha hecho que los tipos bajaran más y más, hasta lograr algo tan increíble como que la deuda pública española a diez años, que no para de crecer, esté por debajo del 2%. Y el tercero, ha sido asumir la supervisión bancaria única, haciendo rigurosa la valoración de los activos bancarios y creando un ambiente de mayor confianza en torno al sistema financiero.

Pero, como decimos, ninguna de estas tres actuaciones complejas y dificultosas se percibe hoy como soluciones por las empresas y trabajadores que sufren las consecuencias de la crisis. Por eso, la discusión sobre si el Banco Central Europeo tiene que hacer esto o lo otro, más pronto o más tarde, no es sino una cortina de humo tras la que se siguen ocultando quienes tienen la responsabilidad política de sacar a Europa, al país, de la grave situación en que se encuentra. Ideas no faltan, pero como decía Keynes: "El problema no es conseguir que la gente acepte nuevas ideas, sino que olviden las viejas que tienen en sus cabezas".

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