Han sido unos días bien dados a la desmesura. Desmesura en las calles con la obligación ineludible de cursar una instancia para el disfrute de un velador, desmesura en las iglesias, con propios poniendo orden para la cosa de observar las restricciones. Han sido días en los que daba miedo la calle, pero ello no era óbice para que el personal, la ciudadanía en lenguaje políticamente correcto, afrontase los peligros del contagio. Hemos pasado una Semana Santa histórica, sin pasos en la calle, pero con tanta gente como en tiempos de normalidad, de aquella normalidad que disfrutábamos sin darnos cuenta, sin percatarnos de que la normalidad es algo que sólo notamos cuando la echamos de menos, cuando le sucede esta nueva normalidad que de normal tiene lo que tiene, nada. Y ahora a ver qué consecuencias acarrea tanta desmesura vivida, ¿tendremos toros?
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