NOCHE como de otra época, de cuando todos los partidos se jugaban a la misma hora y la radio era el cordón umbilical que te unía con los demás campos. Una noche con muchos ingredientes. Tristeza, alegría, nostalgia y siempre una incertidumbre que te desbocaba los miocardios. Noche de objetivos cumplidos, de algún arbitraje rarito, de jugadas sospechosas y de despedidas cariñosas o tumultuosas, fútbol en estado puro y vértigo de goles.

Se arriaba el telón de la Liga, de ese maravilloso invento del todos contra todos y con las cosas por decidir en esa lotería diabólica de la supervivencia. Y cuando todo indicaba que se salvaría el que no dependía de nadie, las cosas no fueron así. Se salvó el Celta y va a la Champions la Real Sociedad, que vio cómo el Sevilla batía al Valencia y le devolvía a los donostiarras parte de lo que le quitó hace más de treinta años, aquella Liga en que Bertoni se la dio al Real Madrid.

Noche de despedidas cariñosas como las de Palop y Abidal, quizá la de Navas, o abrupta como la de Mourinho, el hombre que ha tenido la habilidad de dividir al madridismo de forma radical. Fue la noche en que Negredo se reivindicaba ante Vicente del Bosque con cuatro goles como cuatro soles. Pero en Nervión fue Palop el protagonista principal de una noche que queda signada en oro como la última en que el portero que más logros consiguió se iba del club donde triunfó.

También fue la tarde en que el Betis se clasificaba de pleno derecho para Europa sin necesidad de esperar a ver qué decide el TAS. En Valencia no dio el Betis su mejor versión, pero un golazo de Jorge Molina lo coloca en Europa. Bien está lo que bien acaba y para ese Betis que tenía la permanencia entre ceja y ceja no ha podido acabar mejor. Se terminó una Liga más y se volvió a utilizar la radio para saber qué pasaba por esos campos de Dios. La Liga ha muerto, ¡viva la Liga!