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coge el dinero y corre

Fede / Durán

Despertar después de Lovecraft

LO normal es que después de leer a Roubini barajes la muerte cerebral como una salida digna a este atracón de crisis y desesperanza. No se trata ya de luchar contra nuestra ibérica incompetencia, sino de añadir al cóctel la cicuta de un país, Alemania, metidísimo en un complejo de superioridad que oculta oportunamente sus numerosas cagadas. ¿Quién necesitaba el guantazo hortofrutícola teniendo a un Zapatero desahuciado y a un Rajoy tan obsesionado con elevar su descrédito que no duda en echarle carnaza a las pirañas del rating vía déficit municipal y autonómico? Quizás los demás hayan descubierto nuestro disfraz sadomaso, dirigiéndose en ruidosa conjunción al festival de la hostia hispana. No son sólo los germanos, es Bruselas, que ahora nos pide otra reforma laboral, más impuestos y todavía menos gasto público, cargándose del todo la receta original del pobre Keynes.

Aunque parezca increíble, este pesimismo convertido en costumbre también cansa. Y entonces, por puro azar, desayunas con un empresario y almuerzas con otro, escuchas atentamente y extraes conclusiones alternativas y bastante menos cancerígenas. "¿No estás harto de llorar?", le pregunta un emprendedor a otro. "Joder que sí", admite el interlocutor. "Pues trabajemos con ilusión", zanja el primero. ¿Cuánto vale esa frase? ¿Cuál es su impacto psicoeconómico? ¿Cuánta gente la suscribe en Andalucía?

Todo empresario es más o menos calvinista, y ahí no caben protestas. Si les va bien a ellos, probablemente le irá bien a los demás. El problema de esta crisis no es sólo numérico. Con la caída en desgracia de la Administración, se ha producido una terrible orfandad espiritual porque el tradicional manto protector, las ayudas, los favores, incluso la tutela han desaparecido... y muchos preferían o se habían hecho a ese yugo. De repente, zarpazo mediante, nos han salido arrugas y canas. Sólo cuenta la iniciativa propia, el esfuerzo en solitario, la vida en el desierto de Nevada tras un tiroteo y un pie agujereado. Ahí empieza la verdadera partida, ahí se lubrica la inventiva y se agudiza el olfato. Ahí es cuando descubrimos, después de enjugar el sudor frío de una pesadilla de Lovecraft, que Andalucía es pequeña y limitada, que el foco debe reorientarse al exterior, a las Américas y al Este, a África y Asia.

El icono de la internacionalización. Muy sugerente, desde luego, pero -como subraya uno de mis empresarios- también mal enfocado. Porque negociar hacia fuera no implica únicamente al sector privado sino al tejido público sin excepciones y al paisaje social en general. Imaginen que un señor inglés o belga viaja por placer a Málaga durante una semana. Imaginen que posee una marca equis potencialmente interesada en un producto andaluz zeta. Imaginen que dispone de todas las facilidades mediáticas, burocráticas e institucionales para cerrar un trato. ¿Cuántas posibilidades tendría entonces nuestro escaparate en el mundo?

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