Recién llegados de Tánger, allá por 1964, vivimos dos años en el barrio de Santa Cruz, en la plaza de la Alianza. Era, por supuesto, un barrio turístico. Y, por descontado, el hermoso decorado regionalista reinventado en los años de la Exposición del 29. Pero era, también, un barrio más de Sevilla habitado por sevillanos de todas las clases sociales, desde las más modestas a las más encumbradas (aunque quizás sin demasiada liquidez) como era habitual en aquella Sevilla socialmente más clasista que la de hoy pero en su tejido urbano más interclasista, que compraban en sus ultramarinos, lecherías, panaderías, ferreterías, droguerías, papelerías, fruterías y quioscos, que de todo eso había, con niños volviendo al mediodía de los colegios por calles que olían a puchero y a comidas sevillanamente especiadas y jugando por las tardes en las plazas y callejas del barrio y en los patios de Banderas y de los Naranjos.

Lo dejé en 1966 y regresé -hasta hoy- en 1982. Seguían viviendo nativos y me reencontré con las mismas tiendas. Allí seguían Dolorcitas en su lechería, el siempre recordado Paco en su pequeño ultramarinos, el Horno Santa Cruz con sus hermosos azulejos... Todo empezó a degradarse a partir del 92 y se consumó con el boom del turismo, más de marabunta rugiente que de masas, desde los primeros años de este siglo. Nada hizo el Ayuntamiento. Los comercios de proximidad fueron desapareciendo y los vecinos yéndose mientras los hoteles, pisos turísticos y bares se multiplicaban. Y nada hizo el Ayuntamiento.

Así se llegó a la degradada hasta lo irrecuperable situación actual expuesta, como informaba este fin de semana el compañero Manuel Ruesga, por el estudio Principales evidencias de los efectos del resurgir de las viviendas turísticas en las ciudades españolas y recomendaciones para su tratamiento elaborado por Exceltur: Santa Cruz es el barrio de España con mayor presencia de alojamientos turísticos sobre el parque de viviendas: seis de cada diez son hospedaje para turistas con la consiguiente pérdida de población y merma de su funcionalidad como zona de servicios para los residentes. Tiene un 61,2% de viviendas turísticas, siguiéndole la Alfalfa con un 20,3%. Comparen. Una vez más un barrio de Sevilla encabeza una lista negativa. Esta vez no de pobreza sino de sobreexplotación turística.