el periscopio

León / Lasa

Dicen que despegamos

En el exterior elogian nuestra recuperación, pero señalan dos puntos débiles: la inmensa deuda y el deficiente sistema educativo

HACE algún tiempo que las noticias económicas (positivas) sobre nuestro país se suceden: se disparan, como suele ocurrir en estas coyunturas, las ventas de coches; aumenta la compra de pisos; el desempleo -muy tímidamente y con contratos precarios- disminuye desde principios de año, y semanarios de prestigio, como The Economist, se hacen eco de todo ello. Hace pocos días, la revista británica, en un elocuente artículo (Bouncing back: a surprisinly strong recovery) elogia, con ciertas cautelas, el estado de la economía española y señala que, a pesar de la derrota en el Mundial de fútbol, tenemos razones para estar contentos "con una recesión acabada y con el empleo al alza". La resaca después de la fiesta ha terminado. El artículo, insisto, rezuma un optimismo un tanto desatado y añade que "el crecimiento está ya implementando el empleo, despejando el camino a un círculo virtuoso de mayor demanda y, a su vez, más puestos de trabajo". Remacha que el crédito comienza a fluir incluso para las pequeñas empresas y que España se financia a unos tipos de interés parecidos (o a veces menores) a los de Estados Unidos; pero advierte del repunte de las importaciones -y sus efectos sobre la balanza comercial-, de la enorme bola de nieve que es nuestra deuda (pública y privada), y de nuestro preocupante sistema educativo.

En este ámbito, el de la educación, se dice una verdad evidente y que constituye una señal más de una sociedad cada vez más fragmentada entre una clase alta de privilegiados y un clase media empobrecida (en el mejor de los casos): "La educación se mantiene dividida, con una elite que puede estudiar en las mejores escuelas de negocios del mundo (el semanario piensa en el IESE, Esade, IE...), y el resto, que se afana en universidades públicas que no están ni entre las 150 mejores del mundo". Y se nos recuerda además que España es el país de la OCDE donde más creció la desigualdad en los años de la crisis. Con respecto a la cuestión educativa, y la dicotomía pública-privada, hace pocos días el diario El País publicaba una interesante tribuna de opinión (La universidad a la que vuelve Rubalcaba) en la que cuestionaba la oportunidad (no la legalidad, faltaría más) de ese retorno. "Rubalcaba obtuvo una plaza de profesor titular, mediante idoneidad, en 1984... Lleva 30 años sin ver una poyata, por lo que cuesta aceptar que este político reúna hoy la preparación exigible a un profesor de Química en una universidad europea del siglo XXI". ¿Se subiría alguien a un avión cuyo piloto hubiera dejado de volar hace 30 años? Los casos y supuestos se suceden. Esa es la universidad pública que tenemos. Repito: ninguna entre las 150 mejores del mundo.

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