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JAVIER COMPÁS

Escritor

Diciembre

Espero con nerviosismo el rosco de Reyes y la noche de los Magos, a ver si este año me traen el Scalextric

Llueve, una lluvia fina y persistente, esa que, cada vez que acontece, mi madre llama "chirimiri", siempre gustándose en recordar su inclinación por el Norte, en particular por Bilbao, "calabobo" diría mi padre sonriendo. Hace frío. Es sábado. Me viste la "amá", me pone las botas de goma para el agua, el pantalón me pica en la parte de atrás de los muslos, le digo que si me puedo dejar el pantalón del esquijama debajo, me dice que no, me tiro del braslip hacia abajo (gesto que casi es un tic). Mi abuela me ajusta la bufanda, esa sí que es suave, pone en la etiqueta 100% Pure Lambswool, de cuadros escoceses, tonos rojos y azules. Me abrocha el abrigo, un tres cuartos azul, aunque yo quería una trenka.

Ha escampado, un tibio sol refleja tonos de plata en los charcos que se forman en la vieja calzada de adoquines de Gerena, tienen los días contados, el verano siguiente llegará a mi calle la "marea negra" de asfalto. Cogemos el 5 en Chapina, que nos dejará en la plaza de la Magdalena, a las puertas de Galerías Preciados. Pero vamos al nuevo, al gran almacén que abrieron en la plaza del Duque dos años atrás. En la última planta todo se convierte este mes en juguetería, además está al lado la cafetería, ojalá nos sentemos a comer unas tortitas con nata, es el único sitio donde las he probado aparte del Don Diego de nuestro barrio, me encantan con un chocolate calentito.

Es Diciembre. La alacena de la cocina se llenará con bebidas y comidas que no tenemos el resto del año. Una botella de coñac Fundador, una de Anís Castellana Dulce, Peppermint, Cointreau, "champán semi" (cava barato). Una tableta de turrón del duro y otra del blando, si tengo suerte, otra de turrón de chocolate, una lata de melocotón y otra de piña en almíbar. Una cajita de Deliciosas y una de mazapán.

Mi padre, como todos los años por estas fechas prenavideñas, traerá en uno de sus viajes una caja de mantecados y polvorones de Estepa. Espero que sea de cinco kilos, porque las de tres traen un almanaque, de la Macarena o del Gran Poder, yo soy del Cachorro y, además, las de cinco traen un cartón duro con un ajedrez por una cara y un juego de damas por la otra, y una bolsita con las piezas y fichas pequeñas. A mi padre le encantan los mantecados de limón y los polvorones tradicionales, esos con las pizcas de ajonjolí por encima. A mí me gustan los de chocolate, a mi abuela los roscos de vino, al final siempre quedan alfajores.

Dentro de unos días los zaguanes, los patinillos y las escaleras de la casa de vecinos, empezarán a oler a pestiños, a miel, a flores de anís, a masa de la "tortera" horneada. Desde hace unos días tenemos nueces y castañas, mi padre hace la gracia, que a mi madre no le hace ninguna, de romper las nueces entre el canto y el marco de una puerta. A mí me gustan más las nueces que las castañas, que me raspan cuando las pelo con los dientes. Ojalá compren piñones también, y esas bolitas que tienen muchos pegados por fuera.

Es Diciembre. Espero con nerviosismo el nuevo año, el rosco de Reyes y la noche de los Magos, a ver si este año me traen el Scalextric.

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