TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

la ciudad y los días

Carlos Colón

Dinero sí, pero no imagen

JUAN Lebrón escribía el domingo pasado el siguiente comentario a mi artículo dedicado a la decadencia de Sevilla como escenario de superproducciones internacionales: "Los países subdesarrollados ceden sus monumentos históricos al cine, para que puedan ser utilizados como meros decorados de historias que suceden en otros lugares. Así sucedía en España hace 40 años y sigue sucediendo, por ejemplo, en Marruecos. A mí me gustaría ver que en Andalucía nuestros sitios privilegiados desde el punto de vista cinematográfico recogieran historias que sucedieran efectivamente en nuestra tierra. Eso además es lo rentable".

Sobrado de razón está. Estos rodajes son importantes desde un punto de vista económico -alojamientos, pago por uso de espacios públicos, contratación de técnicos o de extras- pero nada aportan a la difusión internacional de la imagen de nuestra ciudad. Por la simple razón de que nadie se entera de que esos lugares recreados a partir de nuestros monumentos son Sevilla. Ni la mismísima Lawrence de Arabia, la mejor película extranjera rodada en Sevilla, sirvió a su difusión. ¿Quién sabía que Damasco o El Cairo eran la Plaza de España, el Casino de la Exposición, el Alfonso XIII o la Casa de Pilatos? Nadie. Incluso si se incluye la información al final de los títulos de crédito, ¿quién los lee enteros, salvo los muy aficionados y los adictos a la música de las películas?

Lo que promociona a las ciudades es que aparezcan como ellas mismas en las películas. Por eso hoy en día -58 y 46 años después de su estreno- en Roma hay organizado un circuito turístico que conduce por los lugares en los que Audrey Hepburn y Gregory Peck se enamoraron en Vacaciones en Roma; y en Salzburgo, además de los itinerarios mozartianos, existe uno que recorre los escenarios reales en los que se rodó Sonrisas y lágrimas.

Lo que habría promocionado a Sevilla es que a Harry Lime le hubiera dado por desaparecer aquí en vez de hacerlo en Viena; que el adiós entre Florinda Bolkan y Tony Musante se hubiera llamado Anónimo sevillano; que Woody Allen y Mariel Hemingway se hubieran sentado en el muelle de la sal con el puente al fondo en una película llamada Triana; que Sevilla hubiera tenido unos Carné, Renoir o Truffaut que la hubieran amado y filmado como ellos amaron y filmaron a París o como Fellini amó y filmó a Roma. Entonces sí que la promoción internacional de la ciudad habría sido extraordinaria.

Utilizarla como escenario disfrazado de otra cosa da dinero, pero aporta tan poco a la imagen de Sevilla como el Pekín y la Roma de Bronston o el Moscú de Zhivago a Madrid.

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